domingo, 4 de mayo de 2014

UNAS BUENA TETAS JUSTIFICAN CASI TODO

                UNAS BUENAS TETAS JUSTIFICAN CASI TODO



   Cada viernes nos reunimos un grupo reducido de amigos, todos somos diferentes y quizás eso sea el motivo por el que llevemos años haciéndolo.
   El restaurante es pequeño, apenas diez mesas, pero suficiente para que estemos como en casa. La cocina es exquisita y el precio razonable..
   Hablamos de manera abierta sobre muchas cosas, nuestros puntos de vista son bien diferentes, pero sabemos que la amistad está por encima de todo, de manera que nunca como se suele decir, llega la sangre al río.
   Pero lo que os voy a explicar supuso un antes y un después, para Octavio.
   Octavio es un hombre peculiar, no puede disimular su oronda y vigorosa barriga trazada como una perfecta curva.
   Contrariamente a lo que podía parecer por su hechura, es ágil y activo. Pero de todas formas no puede disimular por mucho que nos diga que va al gimnasio, que hace más ejercicio delante de una fabada asturiana, una paellla, o unas cañas de cerveza, que ante un banquillo de Step, una máquina de remos o una prensa de piernas, por no hablar de unas simples pesas.
   Le llamamos el clic-yo. Bueno todos tenemos motes que utilizamos cuando el titular no está presente, en eso cumplimos con la norma de criticar al ausente.
   Bien, volvamos al clic-yo. Lo de clic porque no se le escapa ninguna mujer, las repasa a todas de arriba a abajo en cuestión de mili segundos, casi más rápido que el clic de cualquier cámara Kodak.
   Lo del yo, que a veces sustituimos por el yo-yo, porque todo su universo se mueve sobe un solo eje, él mismo.
    Mientras alguien habla sobre un asunto, los pensamientos de Octavio corren lanzados hacia la respuesta, sin esperar a que se acabe ya empieza a rebatir la cuestión, como una pala excavadora que abre boquete.  
   Cualquier cosa que se discuta siempre tiene la respuesta, o corrige las tesis.
   Su táctica es bien sencilla, ni escucha ni deja hablar, y por puntos gana la partida, o simplemente por agotamiento. Cuando nos quejamos dice que le gusta ser polémico y con eso tapa su narcisismo.
   Pero como le queremos, aceptamos con simpatía y deportividad su manera de ser.
   La verdad; los demás no estamos libres para tirar la primera piedra y constituirnos en jueces.
   Si surge algo de historia, por ejemplo la fecha de la fatídica bomba de Hiroshima, no deja que nadie se adelante a esa sencilla respuesta, escuetamente lanza el seis de agosto del cuarenta y cinco.
   Si es de fútbol y su historia, no pierde el tiempo y rápidamente nos ilustra sobre el siglo XVII que aparecieron los primeros reglamentos.
   Si otro día sale la típica pregunta si en las cuevas las que cuelgan son las estalactitas o las estalagmitas, cosa que casi todos confundimos; zanja la duda con la rapidez como cae un rayo: Las estalactitas.
   Un viernes el tema predominante fue la medicina, aquí lo tenía difícil porque yo soy médico, pero a pesar de ello se atrevió desviando el tema hacia un terreno ético: desconectar o no a los enfermos terminales.
   Otro del grupo es escritor, el clic-yo lo máximo que llega a leer es el billete del autobús, pero como es conocedor de la música pop y el rock, siempre acaba desviando el asunto cultural hacia la música.
   Para que voy a seguir, sea la temática que sea; economía, sociedad, familia, pueblos, geografía, política, da lo mismo, parece imbatible, pero ahora todo ha cambiado según veréis.
   Cuando no pocas veces hacemos notar sus errores, siempre hábilmente improvisa una carretera serpenteante que pasando por la pregunta de quién mató a Kennedy, o si lo de pisar la luna fue una engañifa de la CIA, o como Nerón incendió Roma, acaba en una nebulosa de tal calibre que ya nadie sabe cual era el origen de la cuestión.
   En resumen el clic-yo es uno de aquellos personajes que para el que no lo conoce, se pregunta cómo no va a esos concursos de la televisión, que mediante respuestas correctas se gana tanto dinero. Pero no saben lo que sabemos nosotros, que las apariencias engañan y seguramente no pasaría de la primera eliminación.

   Pero vamos al suceso en sí, a ese viernes que hizo cambiar a Octavio, porque para algo, a pesar de todo, no se puede negar que es un tío inteligente.

   El martes de la semana que ocurrió aquello, dos de nosotros acompañamos a Sergio a Girona, tenía que recoger dos pasajes en el aeropuerto. Sacarlos por internet costaban cinco euros más.
   Siempre se pasa la vida buscando las ofertas, y ese aeropuerto es el palacio de los viajes de bajo costo, claro que nunca suma el costo del desplazamiento a la cantidad ahorrada, pero eso es otra historia.
   El caso que por casualidad acabamos comiendo en un hostal, nada menos que del siglo XVII, dónde paraban los carruajes. El dueño nos estuvo explicando la historia del lugar, estaba orgulloso porque justamente esa semana habían retirado el andamiaje de la fachada, restaurada a su aspecto original.
   Una fachada carente de columnas, con una puerta pequeña coronada por un sencillo capitel, toda ella presentaba un aspecto sin barroquismos, lisa y sobria pero elegante.
   Por lo visto llevaba años cubierta por una terraza y en nada se parecía a  la actual. De hecho el dueño empezaba a preparar las cosas para el evento de la inminente inauguración, se podía decir que nuestros ojos eran los primeros en este siglo que veían el hostal restaurado, en su aspecto original.
   Sergio no paró de hacer fotografías con su móvil, otra de las manías de casi todos los del grupo, los móviles y sus odiosos wap-saps. A veces parece que nos reunimos para que los móviles intercambien sus opiniones, cosa por otro lado bastante habitual hoy en día, es más yo soy de los que opinan que pronto se podrá uno casar con su móvil.
   El restaurante no suele llenarse, pero ese viernes había mucha gente, el ruido al fondo del entrechocar de cubiertos y platos, se añadía al murmullo de las conversaciones, aquello hervía.
   Como siempre, solamente sirve una camarera, es joven y atractiva. Aquel día llevaba un suéter ceñido de color rojo, tenía que moverse casi con  desespero para atender a todos, de modo que al caminar de ese modo los pechos le rebotaban exageradamente.
   Sergio empezó a explicar el reciente episodio del hostal, con todo lujo de detalles pero antes de mencionar lo de la restauración, Octavio intervino; él conocía ese hostal, ¡como no¡, y empezó su discurso sobre su historia, básicamente sobre el estilo arquitectónico de la fachada; entrando en detalles sobre las columnas, enormes macizas y gemelas con sus bases anchas. Llena toda ella de grandes ventanales cargados de barrocos adornos de piedra.
   Sergio quiso decirle que se estaba equivocando, pero no escuchó y siguió hablando, ¿a él le iban a decir que no conocía ese hostal? ¡Faltaría más¡
   Los que habíamos acompañado a Sergio, cruzamos unas miradas de complicidad, lo que oímos era fruto de la imaginación y contrario a la realidad, vivida por nosotros tan solo hacía tres días. Pero aguantamos nuestra sonrisa y dejamos que prosiguiera metiéndose en ese jardín.
   En un momento dado Sergio sacó su móvil y enseñó las fotos, ya se sabe una imagen vale más que mil palabras, y no hay argumentos ni carreteras sinuosas para rebatir semejante testimonio irrefutable, de que aquello que nos estaba contando era una invención, o siendo amables una confusión. Por fin Octavio no tendría más remedio que aceptar que estaba equivocado.
   Desde luego no se puede negar que volvía ser el centro de atención de la mesa, pero esta vez por motivos bien diferentes.
   Octavio desvió la mirada del móvil, como si aquello no fuera con él, y ¿sabéis que dijo como toda contestación?, Señaló con la cabeza a la camarera diciendo:
   —Mirar que llega a estar buena hoy la camarera. ¿Os habéis fijado como se le mueven las tetas?
   Todos nos pusimos a reír, este hombre era inútil.
   Desde ese día el clic-yo, ya no desea ser el centro y parece que controla mejor sus deseos de notoriedad.
  












  


1 comentario:

  1. Fernando Weissmann24 de agosto de 2014, 15:56

    Podrías conseguir el teléfono de la camarera!...
    Muy bueno.

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