domingo, 1 de febrero de 2015

LA GRAN SORPRESA

                                                                                             Fbro 2015
                          LA GRAN SORPRESA             


   Su trabajo perdido y aislado en pena selva amazónica, empezaba a almacenarse en su memoria. Aquella casa de palma cónica que ellos llamaban el isode. Los interminables rituales. Su guía, aquel chamán de nombre complicado Yähui-märi, de difícil olvido cuando supo que quiere decir el espíritu del tigre. Las interminables fiestas de aquella tribu los Piaroas. El ritmo repetitivo de sus músicas. La sencillez de sus costumbres. Las lecciones de vida aprendidas. Todo tan diferente del mundo de dónde él venía.
   Había llegado el momento de incorporarse a su vida, su universidad, sus conferencias, el mundanal ruido de su ciudad europea.
   En esos dos años de asilamiento nada sabía de Julia, pero no por ello dejó de visitarla cada día en sus ensoñaciones. Su nuevo encuentro sería una sorpresa. Estaba seguro que lo súbito incrementaba potencialmente el sentimiento, tanto para lo bueno como para lo malo. Al menos eso había aprendido de los Piaoras, por eso no dijo nada de su regreso.
   Llevaría un regalo, algo así como un testimonio de que ni siquiera la distancia había sido el mínimo olvido, contrariando la letra de la canción del compositor Orozco.
   Una cajita de madera Mara-caoba en cuya tapa incorpora la escultura de un delfín rosa hecho con madera de Curupau. Su interior con tres compartimentos, uno para una peineta, otro para un peine hechos de Bejuco y un tercero para una pinza de pelo confeccionada con látex de Siringa.
   Si algo cuidaba Julia era su pelo, una melena rubia que iluminaba su cara. Cada noche pasaba rato alisando sus mechones hasta dejarlos con una suavidad esponjosa que tentaban su caricia.
   Llegó a la ciudad pasada la tarde, todavía arrastraba el cansancio del largo viaje de vuelta, pero el esfuerzo había valido la pena, seguro que ella se sentiría doblemente amada por el sorpresivo reencuentro.
   Llegó delante de aquella puerta que pronto sería la de la casa de ambos, llamó al timbre discretamente, como si fuera el cartero. Su mano acariciaba en su bolsillo el regalo, esa caja para el peinado; original y sorpresiva.
   De golpe el umbral se iluminó atravesado por la luz del interior, Julia se echó a sus brazos en un cálido abrazo.
   Enseguida notó que llevaba su cabeza cubierta por un pañuelo, y al pasar la palma de su mano por el cogote para atraerla hacia sí y besarla en los labios, supo que estaba sin pelo. Aquella hermosa y espléndida cabellera había desaparecido, como desaparece el agua vertida sobre la arena.
   Una vez entraron se fijó encima de la mesa del recibidor dos cajas de pastillas, él conocía perfectamente ese medicamento compuesto de nirtrosoureas, utilizado para la quimioterapia.
   Intentó amortiguar los sonidos del tambor que se había instalado en su corazón, tiempo habría para hablar. Se metió la mano en el bolsillo del abrigo y volvió a acariciar aquel regalo que nunca nadie recibiría, mientras en sus oídos se instalaba un eco lejano de los tambores de los Piaoras.