CRÓNICA DE
CAPITANES
PRÓLOGO
Este diciembre de 2014, se comenta en los medios que los
pantanos llegarán a su máximo nivel y se verán obligados a abrir compuertas.
Quizás sea una premonición de cómo esta de revuelto el ambiente social, con
tanto político inepto, y al final todo
se desplome entre los que quieren agarrarse al momio y no mover nada y los que
desean lo contrario.
Pero claro en momentos complicados es buen consejo tomar
descanso y apartarse de los ambientes nublados, y así dar paso a un aire que
despeje y limpie mostrando nuevos
horizontes y por supuesto renovadas energías.
Discutiendo esto en la peña de los días veneris, ya
sabéis esa que la forman personas de todas las edades, condiciones, e ideales,
unidas por el simple y a la vez poderoso sentimiento de la amistad.
Bueno a lo que iba, finalmente se decidió pasar un fin de semana
apartados de todo el ruido ambiental del que os he hablado al principio, y
además hacerlo como un regalo a nuestros hijos y nietos.
Sucedió lo de siempre, decisiones entre capitanes; usualmente
barco a la deriva. Quiero decir que dónde teníamos que proveernos de aceite no
lo hubo y dónde sobraría la sal, por poco cocinamos sin ella. Esto como un
pequeño ejemplo de la metáfora utilizada.
Claro que yo soy el que menos puede hablar, estando de viaje
solamente sufrí el bombardeo de whatsApp que tan aficionado es Manel, y
que consiguió instalar en mi cerebro un enano tocando el tambor, que casi me
vuelve tarumba.
Aparte de estos detalles la organización de la impedimenta, la
logística, la intendencia y el transporte, finalmente resultó aceptablemente
meritoria.
Para empezar os voy a mencionar los concurrentes al evento, más
que nada para los no participantes en el mismo. Empezando primero por los más
jóvenes.
Mi nieta Lucía, seis años, avispada, se expresa muy bien
hablando, no conoce la vergüenza (como su abuelo) y tiene cierta rebeldía.
Digamos que se aproxima a la pelirroja Pippi Calzaslargas.
Randal, preciosa hija de Manel, si sigue creciendo así pronto
será jugadora de básquet, una jovencita sumamente cariñosa, espabilada y llena
de curiosidad por las cosas, simplemente encantadora. Su complicidad con Lucía
a la vez que la protege es notable, su encanto se asimila a la dulce Wendy de
Peter Pan.
Lara, de la
misma edad que la anterior, una personalidad muy fuerte que esconde una gran
sensibilidad, le gusta mandar, y es extremadamente interesante. Cuando habla
sus racionamientos superiores a lo normal en su edad, llaman la atención.
Digamos que tiene un aire de Lisa Simpson.
Max el mayor,
en esa edad que camina encima de la frontera de la pubertad, ese período lleno
de incertidumbre que te llena la cara de granos. Es un chico como todos los
púberes, vago por naturaleza que no tocó ni un plato. Pero es agradable ver
como se desenvuelve ante los diversos escenarios que suscitó la excursión.
Hasta aquí los
verdaderos protagonistas, pero vayamos por los comparsas que también cuentan.
Naturalmente el narrador se acoge al privilegio de no opinar sobre si mismo,
tan sólo debéis sumarlo como uno más al aforo.
De todos ellos
hablé en mi blog, pero conviene avivar la memoria, además nadie de los susodichos
visita este blog.
Víctor, el
gallo en el gallinero, es decir protagonista caiga quien caiga y cueste lo que
cueste, maquiavélico para conseguir ese fin. Es decir no importa reventar el
diálogo fomentando provocación e inquina, suerte que de buen rollo.
Lo que no sabe
es que todos ya lo conocemos y pasamos de ello, pronto deberá cambiar de
táctica, para mantener el protagonismo.
Bueno el
resumen es que donde criticaba que otros no ponían la cuarta velocidad, él se
perdió y llegó tarde, y donde era el campeón del dominó no ganó ni una partida.
Pero es justo decir que aparte de que su narcisismo quedó seriamente dañado, la
verdad es que fue el alma de la escapada, y finalmente todos estuvimos
contentos de que así fuera.
Marisol, mujer
encantadora de aquellas que enamoran, es cómo una mariposa que no hace ruido
pero que no para de aletear para llevar el polen de flor en flor, o para que me
entendáis de fogón en fogón. Difícilmente sin su abnegado trabajo, cariño y
dedicación todo no hubiera salido tan bien.
Ana, carácter
sólido, dialogante y llena de complicidades con cada uno de nosotros, solamente
una palabra; interesante, agradable, respetuosa y abnegada. Ni que decir tiene
que el tandem de las dos féminas adultas, fue el soporte en la
trastienda de todo el fin de semana
Su esposo Pepe,
bueno nosotros le llamamos Baeza. Aún no sé por qué utilizamos el patronímico,
pero es así. El caso es que no pudo disimular la tirantez que le produjo la
responsabilidad de sacarse de encima el slogan de paellero virtual,
hasta que celebró la ceremonia de la paella que devino un verdadero éxito.
Después mostró alivio como el que le sacan un grano del culo.
Por lo demás
pues ya se sabe, su crucigrama, sus juegos con las cartas, y sus batallitas.
Como una contrapartida al peso del protagonista ya comentado de otros; dicho
sea de paso.
Manel haciendo
gala de su generosidad, gracias a su tenacidad mantuvimos un fuego que aparte
de calentarnos, llenó el ambiente de encanto. Se ha de tener en cuenta que
todos somos urbanitas, así que la magia de vida que transmiten las ascuas con
su movimiento constante, nos cautivó doblemente. Mantuvo en todo momento su
cordialidad y servicio, sin dejar por ello de manifestar sus opiniones, a veces
defendidas con pasión y firmeza. Es encantador observar como su vida la llena
su hija, simplemente una palabra, admirable a la vez que envidiable.
Bien es posible
que pocos de los días veneris hayan leído hasta aquí. Se ha de saber que
del grupo muy pocos por no decir casi ninguno suele leer, incluso alguno le
cuesta leer el billete del autobús, pero ese es otro tema por otro lado
corriente en nuestro país.
Dicho esto, paso
a la crónica propiamente dicha, dando así cumplimiento al encargo mandado a este
narrador.
1º Día ¡¡¡ POR FIN LLEGAMOS ¡¡¡
¿Sabes cuando
te invitan al cine y la película es un tostón? De modo que te levantarías y te
irías, pero tu respetuosa educación te mantiene aferrado a la silla, no sea que
hicieras un feo al cicerone.
Bueno seguro
que lo sabes, así se debía sentir Ana cuando circulábamos por la carretera del Coll
de Nargó, estrecha y que su trozo más recto es como el descansillo de mi
escalera. Hablo de la carretera que llega a La Pobla de Lillet
No es que fuera
muy tarde pero estaba oscuro, claro que estamos en esa época dónde caen las
hojas y es normal que la noche gane la partida.
El caso es que
no sabíamos si íbamos en la dirección correcta, así que paramos en un cruce,
todo estaba solitario y solamente el ruido del fluir de las aguas del río Sallent
rompía el mágico silencio.
Entonces bajé
del coche. ¡Qué gusto poder estirar las piernas! Quise orinar en el margen pero
hacía tanto frío que no me encontraba la cosa, seguramente asustada y escondida
para evitar asomarse al exterior, así que desistí del intento. Ya se sabe a los
viejos nos suelen ocurrir estos episodios.
Bueno, el caso
es que cansados de tanto coche el asunto se empezaba a hacer largo.
Primero Pepe,
(bueno Baeza); como siempre vueltas y vueltas buscando la gasolinera más
barata. De verdad voy a proponerlo para el Guines como el hombre que un
día irá a repostar a Arabia Saudita, allí seguro que es más económico el combustible.
Después ir a buscar a Max, y almorzar en plena calle, es decir maletero
abierto, bocata de mortadela y todos en pie. Lástima que el bus turístico no
pase por allí, el almuerzo gitano es una experiencia turística interesante.
También lo es la vuelta por Cornellá para ir a recoger a Marisol, pero como
ella es de esa población nos hizo esperar un buen rato, posiblemente para que
pudiéramos contemplar con más detalle su ciudad.
El caso es que
por unas cosas u otras la salida fue casi tan difícil como la expedición del
Paris-Dakar. Naturalmente si con sólo dos vehículos, el A y el B, se puede
clasificar como expedición.
El resto os lo
podéis imaginar, cumpliendo con la obligación de criticar al ausente. De modo
que la crítica del coche A sobre el coche B era intensamente proporcional, a la máxima distancia entre el coche
A y el B.
¿Lo habéis
entendido?... ¿No?... pues yo tampoco, las mates no las domino. (Si es que haya
algo que domine)
Pero volvamos a
lo que íbamos, sea de una u otra manera, buscando el camino de más curvas y las
paradas más insospechadas, ya estamos en el Alt Urgell, y
desorientados como ya os explique anteriormente.
Ana alucinaba
pero permanecía callada y amarrada a su silla, aquella película devenía un
tostón, pero es lo que había..
Como era oscuro
vale la pena que por lo menos sepamos aquello que la oscuridad no nos dejó ver.
La zona del Alt Urgell llena de monumentos románicos, la mayor parte de
carácter religioso (iglesias, monasterios y ermitas), pero también obras
civiles y militares que recorren la Vía Románica. Lo menciono sobre
todo, para saber lo que dejábamos de ver por ser el entorno tan oscuro, no sea
que algún listillo nos pregunte que vimos y quedemos como ignorantes.
La realidad es
que llegados a la magnífica casa e instalados, la preocupación general fue por
el gin-and-tónic y la partida de dominó, este un tanto especial. ¡Ya
empezábamos con las cosas raras!.
—¿Qué es eso
del doble nueve? –preguntó con extrañeza el amigo Baeza.
Víctor no pudo
por menos que mostrar una leve sonrisa de triunfo, ¿Cómo es que el hombre sabio
en los juegos de envite y azar, ese que lo sabe todo le preguntaba eso? Era su
momento de desquite, así que sonriendo de manera triunfal le explicó los
entresijos de ese extraño dominó.
Pero lo que no
sabía es que Baeza preparaba su contra con el asunto del rollo de las tres
fichas dobles ganan, y que tanto no hizo reír en las posteriores partidas. (La
verdad es que finalmente nos revelamos y se anuló esa gilipollada de tres dobles
ganan)
Mientras esto
ocurría las niñas disfrutaban haciendo expediciones por toda la casa, en fin
descubriendo rincones y no parando de corretear por todos lados
transmitiéndonos magia, encanto y alboroto.
¿Y qué hacía el
resto aparte de beber y beber?. Pues; juegos de magia, cuentos, cocinar, leer,
jugar, charlar, y ver cómo no paraba de llover y llover.
Pero la gracia
es que unos tíos que van buscando en la naturaleza, su encanto bucólico y todo
eso, cuando llegan a ese lugar que llena tu espíritu de paz y te hace olvidar
los líos sociales que hablaba en el prólogo, su máxima preocupación es si había
cobertura suficiente en los móviles para poder ver el You Tube el google
el WhatsApp o cualquiera de esas cosas, que nos tienen idiotizados a los
urbanitas.
Es justo
señalar que para Manel los enchufes para conectar el cargador del móvil, es
cómo descubrir petróleo.
A pesar de todo
se ha de reconocer que aún teniendo televisión estuvo apagada casi todo el
tiempo, algo es algo.
Pero todavía no
sé que es peor, si eso o ver cómo lo listillos que somos todos, cada uno dando
lecciones de la manera de encender el fuego con unos troncos mojados. Cómo si
fuéramos unos Robinsones, valientes y héroes ante la madre naturaleza,
sin pensar que todo lo máximo que solemos hacer es encender una cerilla para
prender la cocina, y el que dispone de eléctrica ni eso. Pero ya se sabe lo que
decía antes, capitanes son capitanes.
En resumen esas
clases magistrales de prender fuego nos llenaron de humo no sólo los pulmones,
sino la ropa hasta la coronilla. Suerte que esta lid la llegó a salvar Manel de
manera sobresaliente y constante. Se ganó merecidamente el título de “Sir Manel de la orden de la pirolatría”
Poca cosa más,
sin dejarnos el sombrero de Víctor, de fieltro negro con copa pinchada y borde
semicurvo, para entendernos; los que lleva Gary Cooper en Solo ante el
peligro... ¿recuerdas?
La cena
copiosa, abundante y rica en anécdotas de todo tipo, incluso algunas serias y
tensas, pero a la postre amenas y divertidas.
Cayeron las
cervezas, el güisqui, la ginebra y otras yerbas, como caen los rayos, poderosos
y rápidos, pero ese centellón no llegó a quemar a nadie. O dicho de un modo más
entendedor, el agua del río a pesar de ir cargado no desbordó a ninguno.
Las niñas se
durmieron tarde y Max nos ofreció una fallida caída de fichas de dominó, de
esas que colocan mil tíos una detrás de otra formando una cadencia de derrumbe,
hablo de esas que habéis visto alguna vez en la televisión las tardes del primero
de enero.(por la mañana concierto, saltos de esquí; tardes billar y miscelánea)
Bueno eso es
todo por hoy y para empezar, ya veremos cómo sigue esta historia que de momento
pinta bien, salvando la larga marcha hacia nuestro particular Dakar.
Este cronista se despide atento a lo que
mañana nos depare la jornada.
2º Día
EN BUSCA DEL ACEITE PERDIDO Y OTRAS HISTORIAS
Resultó el
mundo al revés, los que chulearon de que se levantaban pronto se alzaron los
últimos, y los que permanecieron callados los primeros.
Estos
primerizos nos prepararon un excelente bufete de desayuno, de esos de los
hoteles, pero no de una hostería cualquiera sino de las de cuatro estrellas,
como mínimo.
(cafés, zumos,
galletas, mermeladas, queso, embutidos, pastas, chocolates, ensaimada y
sobrasada mallorquina, huevos, leche, tostadas, etc, etc)
En un momento
dado y al tiempo que Baeza ordenaba su escenario demudó el semblante al darse
cuenta de que no tenía suficiente aceite para su paella. Hacía gracia verlo
poseído de lo que se suele llamar el miedo escénico, no fuera que por esa
nimiedad la función de la paella deviniera en fracaso.
Así empezó la
expedición en busca del aceite perdido.
Dónde se tenía
que salir a las nueve cayeron las horas como la canción de Sabina, las diez,
las once, la una y la dos. Bueno no exageremos salimos pasadas las diez, ya se
sabe, esperar a uno y a otro.
El coche A (el
de Víctor), nos demostró lo poderoso que es un vehículo de esos que usaban en
la guerra, que llaman todo terreno, y que ahora utiliza todo Dios para ir a la
oficina, no sea que la Diagonal se embarre y quedemos clavados. La realidad es
que la exhibición de destreza conductora nos dejó pasmados a los que íbamos en
la misión; el narrador, Manel, Marisol, y Lara que se mareó un poco. Pero es lo
que tienen estas cosas, que se le va a hacer.
Lo curioso
sucedió en la Caixa del pueblo de Coll de Nargó, de apenas 600 habitantes.
Fue después de
visitar la iglesia de San Climent, un edificio románico de bóveda de
cañón, construido en el año de 1171.
—¿Qué sucede?
—Pregunté a Manel al verlo cómo dirigía una mirada asesina hacia el cajero, sin
embargo a este no parecía afectarle esa mirada, bien pensado hasta parecía que
devolviera esa vidriosa mirada con cierta sorna... ¿O quizás era mi
imaginación?.
—Mi tarjeta, no
ves que el muy cabrón se la ha tragado. ¿Y ahora qué? —señalaba con ira al
dichoso cajero.
Evito
transcribir los tacos que ambos dirigimos, hacia el cajero, las paredes, el
techo, en suma hacia el éter, al tiempo
que alzábamos los brazos y pateábamos el suelo. Repito evito trasladar el
idioma no sea que el lector tildara de grosera la crónica de la jornada.
Al tiempo que sucedía
esto un poco más arriba y al final de la calle, se entablaba un episodio de
difícil definición. Podía ser ¿Una supina gilipollez?, ¿Una alteración del
orden público?, ¿Una búsqueda de heroísmo?, o ¿quizás de protagonismo?
Seguramente ninguna de estas cosas, en cualquier caso vosotros ya le daréis
título, después de que os explique ese divertido suceso.
Pero antes es
preciso perfilar con más detalle los protagonistas del evento, un gilipollas de
pueblo y Víctor.
El primero
seguramente ni era nacido en la propia localidad. De mediana edad, aspecto
chulesco, una de aquellas personas de la seriedad del burro. Si del burro, ya
sabéis aquellos que no saben que no es más caro estar sonriente que estar serio
ante la vida. A estos los llamo la seriedad del burro.
El otro
partenaire ya lo conocéis, pero no estará de más perfilarlo un poquito más. De
mediana edad con una abundante cabellera que le monta por encima de las orejas,
el pelo pintado con mechones blanquecinos tirando a grises. Si recordáis el
peinado de Richard Gare en el film de Bretty Woman os daréis una idea
más exacta. Ya os expliqué que su narcisismo le da la fuerza para querer
siempre ser el protagonista de la historia, y sin duda lo fue.
El asunto es
breve y simple, una sencilla pregunta desde el coche, solamente queríamos saber
dónde comprar aceite, Dimos con la persona equivocada, (el gilipollas
mencionado), que con mala educación contestó que allí no había aceite y siguió
su camino sin apenas pararse. ¡Qué cosa tan tonta y habitual, sencilla y sin
complicación!. Pero claro el protagonismo es el protagonismo y crear
provocación es lo suyo, como ya os dije en el prólogo.
Entró en cólera
y llenó el pequeño habitáculo del coche de improperios y proyectos vengativos
contra ese imprestable individuo... que le cantaría las cuarenta, que se iba a
enterar, y cosas así. A mí me recordó a San Jorge prometiendo matar al dragón
que para algo él era un héroe.
Sucedió lo que
sucedió, unas personas amables nos indicaron que reculando encontraríamos la
tienda que posiblemente tuvieran el aceite buscado.
Y así fue, de
modo que quiso la casualidad que el autor de la enrabiada se volviera a cruzar
en el camino. Claro ante esta circunstancia Víctor no pudo por menos que
aguantar el tipo, no fuera que superman se rajara antes de sacar el niño de la
vía de ese tren que llegaba toda velocidad, y la heroicidad se convirtiera en
ridículo.
Se armó el lío,
pequeño es verdad, pero lío a fin de cuentas, dando así cumplimiento a su
orgullo de héroe.
Pero claro ante
la falta de aplausos por parte del resto de nosotros, que pensábamos que a un
gilipollas se le ha de tratar como lo que es, un solemne gilipollas, es decir
no hacerle ni caso. Pues claro eso no podía acabar así.
De modo que lo
curioso no fue el episodio en sí, sino después con la paliza que nos dio al
rato siguiente exponiendo sus batallas de heroicidades pasadas, y de la
sucedida momentos antes, combinado todo ello con la crítica sobre el gobierno,
el naciente partido político de Podemos, la insensatez de los independentistas,
la crisis monetaria, la salida del euro, y los sables como nunca solución a
todo ello.
Y para acabar,
era como si ese individuo le hubiera encendido la mecha hacia una bomba de
relojería que estallaba en su interior vomitando una lava de bilis y mala
leche. Claro que en el fondo, todo hay que decirlo salpicada de dosis de buen
humor.
O quizás es que
dándose cuenta de la nimiedad el asunto elevado a categoría era una solemne
tontería, o yo que sé, alguna otra cosa... ¿Quién lo podía saber?... o es que
quizás este cronista nada sabe.
Finalmente nos
reímos mucho con ese incidente.
No olvidemos a
Manel estupefacto ante el cajero, pero todo quedó en un ¡Ay!. Puesto que al
cabo de un buen rato el estúpido cajero vomitó la tarjeta, resultaba que estaba
inoperante. Pero también hay que decir que este hombre se pasa la vida en los
cajeros, y estos hasta le dan los buenos días.
Pero a lo que
íbamos, el dichoso aceite después de recorrer más kilómetros, conocer gente
amable, visitar el mercadillo de los sábados, nos hicimos con él. Antes de
volver un servidor se paró delante de un puesto que tenían cencerros de latón,
mi curiosidad hacia el lenguaje, me llevó a hacerle una pregunta con la idea de
saber cómo denominan en esa región a esas esquilas, changarras, zumbas,
campanos, cencerillos, arrancaderas, trucos, carlancas, (ojo no penséis que se
mucho, lo he copiado de los sinónimos ¿Eh?).
Me dirigí hacia
el puesto, un hombre enjuto sin duda de campo a juzgar por su piel quemada por
el sol y sus rudas manos de gruesos y ásperos dedos.
—Buenos días,
¿Cómo se llama esto? —Señalaba un cencerro de gran tamaño, en mi vida había
visto uno tan enorme.
Casi sin
dirigirme la mirada contestó secamente.
—175 euros.
Nosotros nos
pusimos inmediatamente a reír, definitivamente ¿Quién nos había engañado
diciendo que la gente del campo, imbuida por lo bucólico tiene un sentido
romántico del dinero?
Resumiendo os
diré que estos pequeños episodios divertidos, es la salsa que adereza y da el
punto, de manera que provoca que nos
conozcamos más y afiance la amistad.
Pero con todo
esto, hemos dejado de saber que sucedía en la casa que dejamos atrás y que
esperaba con impaciencia el aceite.
Baeza en plena
preparación para el estreno se notaban los nervios escénicos en sus
movimientos, rítmicos y programados. Aquello era un espectáculo digno de la
mejor de las funciones, tenía que salir bien.
La paellera
enorme, el trípode de gas, la colección de platos con los condimentos, carne
troceada, crustáceos, almejas, mejillones, arroz, pimienta, sal, y así un
reguero de cosas dispuestas como los instrumentos de un cirujano en un
quirófano, o si se prefiere como las herramientas en un box de fórmula uno,
todo en su sitio y a punto.
Cocinaba con un
ritual concreto y programado, magnífico contemplarlo sobre todo para un lerdo
culinario como yo. Quizás faltó una ópera cómo música de fondo, por ejemplo
algo de Rosinni y su Barbero de Sevilla.
No faltó la
discusión eterna en el género masculino, que si la paella de pescado, que si de
carne, que si yo le pongo esto, el otro que si aquello. Todos se otorgan la
medalla de oro de las olimpiadas paelleras.
El resultado
final fue que el metal dorado sin lugar a dudas se le colgó al cocinero, que
dejó el título de paellero virtual, que ahora pasaba a Manel.
¡Dios nos coja
confesados con el afable Manel! El día que organice toda la parafernalia e
impedimenta que veo se necesita para una paella de medalla de oro. Yo me voy a
Australia no sea que vuelva a instalarme tambores en mi cerebro con su WhatsApp.
El rostro de
Baeza descargó toda su tensión al caer el telón y recibir los aplausos. ¡Menudo
show! Es más fácil preparar un bólido fórmula uno que esa paella.¡Increíble!
Pero dicho esto
y después de una buena siesta, no olvidemos a los verdaderos protagonistas, las
niñas.
Randal y Lucía
nos obsequiaron con un número de equilibristas, sin romperse la cabeza, También
nos dejaron las camas llenas de sorpresas, colchas revueltas y travesuras así.
También las expediciones nocturnas saltando por la ventana de su cuarto, (pero
ojo eso es un secreto)
Lara pues que
deciros, como detalle se come el queso con pasión y deleite, le gustan los
juegos en especial los complicados y además sabe escoger con detalle los
rincones donde esconderse cuando juega al escondite.
Y por hoy este
cuento se ha acabado, además escribiendo esto he descuido el fuego, o sea que
adiós no sea que se me apague y acabe haciendo el ridículo.
Día 3º
ESTA FIESTA SE HA ACABADO
Todos nos
levantamos tarde, el fuego se tuvo que reanimar. Fuera lluvia y más lluvia.
Un grupo
reducido entre los que estaba este cronista salió con las niñas y los paraguas
a pasear. Lara avistó un jabalí que luego resultó que estaba con su cría más
pequeña, visitamos otra casa rural, hicimos fotos, volvimos a ver alguna
pequeña águila y poca cosa más, como arreciaba la lluvia se hizo necesaria una
retirada hacia la casa.
La mañana transcurrió
con juegos, lectura, escuchar música, en un ambiente relajante, paree que
finalmente los urbanitas empezábamos a contagiarnos de la paz rural.
La algarabía de
las niñas con sus juegos se incrustó de tal modo en el ambiente, que formó un
todo de manera que ya ni notábamos la notable chacarrachaca.
Tuvimos la
visita del propietario de la casa, un hombre simpático y de conversación
agradable que nos puso al corriente de las condiciones predominantes del tiempo
en la comarca, entre otras cosas.
Nos pusimos ciegos con un vermouth excelente
que nos privó de comer la parrillada de carne que hicimos en la chimenea con
una buena lumbre. Claro que Max se comió toda la carne comible y suerte que no
había ninguna vaca cerca, porque sino también se la come, y eso sin haber dado
palo al agua. ¡Juventud divino tesoro!... pero lo que se dice, que antes de invitarle a comer le regalo un
traje.
Las niñas
hicieron un pastel dirigidas por Randal, que resultó buenísimo.
Tocaba
retirada, así que poco a poco se fue desmontando el campamento, igual que los
indios en las películas que cuando desmontan queda todo como antes, limpio y
saneado.
La vuelta
resultó un tanto curiosa, el coche A ( Víctor) se perdió por lo que el coche B
(Baeza) llegó media hora antes, con lo cual se demuestra que más vale maña que
fuerza, para que me entendáis... ¿Sabéis el cuento de la liebre y la tortuga?
....
Y hablando de
cuentos este se ha acabado, deseando guste a ustedes esta sencilla crónica del
agradable fin de semana
AGRADECIMIENTOS
A Anna y
Marisol, sin su paciencia con los hombres y su delicadeza con las criaturas,
consiguieron que todo transcurriera con una cadencia como de melodía suave que
sin notarla sabes que está sonando.
A Víctor sin su
organización, todo el tinglado no hubiera sido posible. Su ayuda en todo y su
amabilidad digna de mención.
A Baeza por su
formidable paella, sus batallitas siempre agradables y de las que siempre se
aprende algo.
A Manel, por su
entrega desinteresada para cualquier asunto, por haber mantenido no solamente
el fuego en la chimenea, sino el fuego de la amistad en nuestros corazones.
A las
criaturas, verdaderos protagonistas de la película.
A Randal que
con su sempiterna sonrisa y su comportamiento, y por cuidarse de Lucía.
A Lara por
compartir y proponer sus juegos, por comerse todo el queso.
A Lucía por sus
inocentes pillerías, por mostrar sin vergüenza su inacabable conversación, y al
final por portarse bien, excepto con su abuelo (Claro)
Finalmente a
Max que alternaba la caída hacia los mayores o hacia las niñas, según se
terciaba.
A todos ustedes
mis gracias por haber conseguido hacerme pasar unos ratos agradables.