LA PEÑA DE DIES VENERIS
Tuvieron que
pasar bastantes viernes para que al final decidiéramos bautizar nuestras
reuniones semanales con un nombre.
La discusión
fue acalorada, todos nosotros tratábamos de formar un argumento, algunos
embellecían lo esencial, otros descartaban eso y ponían énfasis en lo
superfluo, de una forma u otra no se adelantaba y pasaban los viernes y
seguíamos sine nomine.
Finalmente un
hecho casual solucionó el dilema.
Hacía varios
viernes que se había incorporado un amigo nuevo al grupo, bueno si algo nos
caracteriza es que siempre tenemos los brazos abiertos para todo el mundo, en
especial para las mujeres; cosa que no sucede nunca por no faltar a la verdad.
El personaje en
cuestión ha pasado el medio siglo, aunque se hace difícil acertar su edad, es
como el siete y medio, o te pasas o no llegas.
Disfruta de una
orgullosa barriga, como si dijéramos que lleva el barril de Diógenes
incorporado a la cintura, por otro lado en eso no es muy diferente al resto.
Lo que si le
diferencia es que por mucho que le llenen el plato, cosa que como norma la
cocinera ya lo hace con él, nunca lo encuentra suficiente.
Me gustaría ir
un día con él a esos autoservicios, a ver la aplicación de Arquímedes, el peso
desplazado dentro de la barriga es igual al número de kilómetros recorridos
hasta los bufetes.
Los viernes
soleados, los rayos entran con fuerza por la ventana y resbalan sobre su cabeza
dándole un brillo de bola de billar.
Viste de manera
informal dónde lo práctico es lo importante, como si fuera un tercer brazo
lleva colgando sus gafas por el típico cordón, ese que cuando vas deprisa
siempre se te enreda.
Cuando toma
asiento, saca de sus bolsillos tres móviles que coloca a su derecha, uno de
ellos de color rojo, bueno un día llamaré a los tres al tiempo, para ver el que
tiene preferencia por ser el que contesta primero.
Pero lo más curioso es que cuelga de su hombro una especie de bolso, no se separa nunca de él.
Eso podría no ser significativo, pero demos un vistazo al contenido: libreta, bolígrafo, lápiz, sacapuntas, lima, abrelatas, llave inglesa, destornillador hallen, otro normal, sacacorchos, linterna, pito, agenda. manual de supervivencia en el bosque, tiritas, navajas, clavos, tacos, barrena, cinta métrica, bombilla pequeña, leds, dos llaves fijas del 4 y 8, sierra pequeña, medidor de voltaje, despertador, brújula, clinex, aspirinas, preservativos, un trozo de metacrilato, petaca de licor(vacía), paquete empezado de galletas, chicles de menta, encendedor,paquete de cigarrillos, calendario, radio... por mencionar algunos que recuerde.
Yo lo se porque
un día el bolso se le cayó al suelo y se abrió quedando todo su interior
desparramado, como cuando se te cae un palillero, casi se hizo de noche
recogiendo las cosas.
En resumen es
de aquellas personas que te gustaría tenerla al lado en la balsa salvavidas
después del naufragio, o perdidos en el bosque.
En fin como un
caracol con la casa a cuestas, por eso empezamos a llamarlo caracol y
ahí se le ha quedado.
Habla dando
cadencia a sus palabras y una cierta musicalidad, no en balde entre muchas
cosas, toca la guitarra y canta, eso de cantar lo solemos sufrir muy al final,
cuando después de muchas copas, su voz se vuelve ronca y rasgada arrastrando las
palabras. Bastante distinto de la hora del aperitivo que por su dicción y
modales se adivina un hombre de un considerable nivel de instrucción, más que
nada como de un alumno aventajado de la vida.
Y eso es cierto, es más barato y mejor dejar que hable ya que no hay tema que no lo haya vivido, es más yo creo que si pusiera sus experiencias de vida una detrás de otra darían varias vueltas al mundo. Si no dejas que hable estás perdido, porque su circunloquio se enreda como una madeja de lana mal guardada.
Pero todo hay
que decirlo, gracias a él nuestra peña ya tiene nombre.
Resulta que
para caracol, no hay tema que no conozca, seguramente por ejercitar
tantos oficios se cree que sabe sobre otras cosas más importantes, habla como
si estuviera en posesión de la verdad y diera un discurso en un aula llena de gente.
No quiero decir
que sea un hombre mendaz, pero si algo desmedido, excesivo o desmesurado, por
otro lado en eso no se diferencia mucho del resto, excepción de algún otro que añade a eso el fanatismo
exacerbado. Pero no os asustéis, eso es típico en las reuniones de amigos, especialmente cuando se habla de conquistas femeninas.
En cualquier
caso os digo que no os fiéis de la gente tan segura, aquellas que están en
posesión de la verdad, pues como ya sabéis las verdades o son añagazas o son
obsoletas.
Pero lo más
divertido de caracol, es su manera de expresarse utilizando el lenguaje
corporal.
Habla
gesticulando con su cuerpo, especialmente controlando su mirada, y sobre todo
apuntando con el dedo, como ese poster
que ya conocéis del tío Sam.
Claro que en
eso si es diferente de otro personaje del cual hablaré otro día, que cuando
habla y por casualidad estás a su lado, no para de darte golpecitos en el
antebrazo para reforzar su argumento, y si no puede lo hace bolígrafo en mano
dibujando en las servilletas. A veces acabas con el antebrazo dolorido, en
función del rato que le has dejado hablar, pero eso como he dicho es otra
historia.
Este viernes
pasado salió a la conversación el tema de la monarquía, como siempre opiniones
para todos los gustos y recorridos, desde el hombre de las cavernas, la
revolución industrial, la segunda guerra mundial, hasta madame Curie.
Uno del grupo,
el que dice ser escritor y no es más que un empedernido lector, de ese también
hablaré otro rato, es un singular personaje. Cansado de tanta retórica se le
ocurrió cortar aquella desordenada discusión diciendo:
--¡Vale y ahora seguro que alguno de vosotros dirá que la dinastía Borbónica en sus orígenes ya se nombraba en la mitología griega.
Todos soltaron
una carcajada menos caracol, este señalando otra vez con el dedo hacia
el resto dijo:
—No os riáis,
seguro que sí...
—¡Anda ya¡
seguro que si y representada por Venus. —espetó el escritor con sarcasmo.
—Pues puede ser
—dijo caracol, un poco picado— ya verás Venus la diosa del amor y la
belleza, habla algo de las dinastías mitológicas, pero...etc etc
Se hizo un
extraño silencio, algo anormal ya que siempre todos solemos machacar con contra
argumentos el discurso del otro, generalmente sin dejarle acabar.
Pero esta vez caracol que disertaba
solemnemente sobre la deidad de Venus, decía cosas muy dispersas, pero como eso
había cambiado el aburrido debate de la monarquía, por otro que trataba de
mujeres bonitas, amor, y cosas así todos estábamos callados.
En un momento
dado el escritor dijo:
—¡Caramba que
callados, parece que el tema tías es el más recurrente¡ Nos podíamos llamar el
club Venus.
En eso uno de
nosotros dijo, pero no sabría decir quien había muchas conversaciones cruzadas.
Posiblemente fue copito de nieve,
de ese hablaré otro día, adelanto que este personaje nos da sopas con honda, en
su base cultural.
—¿Por qué no dies
veneris?
Se hizo un
silencio sepulcral, de aquellos de iglesia, cuando no hay viejas en los bancos
naturalmente.
Sin nadie
pedirlo, de forma espontánea fuimos alzando la mano, como hacen los que votan
en los cantones suizos.
Así quedó ese
nombre para nuestra peña de los viernes, no sé lo que durará esa etiqueta, pero
ahí está.