LA NOCHE ANTERIOR
1
La noche estaba
serena, iluminada por el resplandor de la luz de la ciudad, que rebotaba en las
nubes produciendo una luminosidad que difuminaba un tono rosa de manera que no
se podía decir que era una noche cerrada.
La impaciencia
por haber llegado el momento de verla nuevamente, de tenerla entre sus brazos
no le dejaba conciliar el sueño, como si se hubiera tomado varias tazas de
café.
No sólo estaba
contento porque sus ensoñaciones posiblemente se podrían hacer realidad en los
próximos días, sino porque notaba como aquella chica de semblante triste había
recuperado las ganas de vivir la vida, de masticarla, saborearla. Posiblemente
empezaba a dejar atrás ese pasado que cubría su corazón, como un ancla fondea
el barco y no lo deja navegar, notando pasar el agua por su casco pero sin
poderse mover y solamente viendo pasar la vida.
Seguramente ahora
empezaba a dejar de ser mera espectadora, para ser protagonista de su propia
vivencia.
2
Soñaba que
estaban los dos tumbados en la cama, solamente se oía el ruido del ventilador,
que giraba como mudo testigo de aquel acto de amor. El día estaba nublado no
daban ganas de salir.
—¿Cómo te
encuentras? —preguntó él mientras le acariciaba tiernamente los desnudos
hombros.
Ella permanecía
callada, posiblemente su cerebro navegaba por un mar de dudas.
—Estoy bien...
pero no sé... demasiado bien, mi amor —contestó con voz un tanto rota.
—¿Qué es lo que
no sabes? ¿Quizás piensas que no debemos estar así? O quizás creas que hacemos
algo mal. Mi amor; dejemos que por unos momentos nuestros corazones puedan
expresar libremente lo que desean.
—Sí, pero es
qué... no sé... ya sabes, están los demás...
—Crees que todo
es muy difícil... ¿no es cierto?
Ella se
acurrucó, juntó los labios a los de él y le depositó un beso, suave, tierno,
con sabor a miel. Le miró a los ojos y le dijo:
—¿Tú me quieres?
—Claro que sí,
tú bien lo sabes, y me esfuerzo y continuare haciéndolo para poder devolverte
todo el amor que recibo de ti. Eres una mujer muy especial y todo en ti respira
cariño y entrega. —Dobló su brazo y la atrajo hacía él, sus cuerpos estaban
juntos, la piel con la piel formando una sola cosa. La besó apasionadamente,
mientras le decía suavemente en su oreja:
—No tengas
miedo, así estamos bien, sólo deseo notarte cerca de mí, quiero que veas cómo
vibro con tus tiernas caricias, nada más que eso.
—Apriétame
fuerte deseo notarte cerca, no quisiera que este momento nadie nos lo pueda
romper.
—Nadie ni nada
nos lo romperá y siempre lo tendremos para nosotros, pase lo que pase esto ya
nadie nos lo arrebatará. Gracias mi amor por todo lo que me has dado.
3
Por la ventana
entró una claridad, el día se había abierto y el sol se abría paso entre las
nubes, como queriendo anunciar su presencia. Un rayo que atravesaban la
habitación iluminaba las motas de polvo, como si hubiera pasado Campanilla
dejando su rastro dorado de estrellas tras Peter Pan.
Ella se quedó
mirando la luz, estaba contenta sabía que el ancla de su barco había empezado a
soltarse, y ya podría empezar a navegar, llenando sus pulmones de la brisa de
pura vida.