sábado, 30 de noviembre de 2013

Sobre la presentacion de "vivir al filo"



   Presentación viernes 29.11.13


   Debo dar las gracias a todos los asistentes a la presentación de mi última novela VIVIR AL FILO, en el Fnac de diagonal mar de Barcelona.
   Pasamos un divertido rato con la agradable presentación a cargo de Fernando Weissmann, escritor de minirelatos y autor del exitoso blog:
      == www.odiaconmigo.blogspot.com ==

    Luego las preguntas en el coloquio fueron muy sutiles y después nos reímos mucho tomando una copa con los asistentes.
   El detalle del regalo de la barajita de cartas llamó la atención, aún sobraron unas cuantas para el que quiera comprar el libro en el Fnac y la pida. (hasta que se agoten)

   Espero poder repetir la experiencia en las próximas tertulias.

   Día 10.02.14 (lunes)   18h. c/ Diputación 306 pral. 1ª Barcelona

   Dia 18.02.14 (martes) 19h biblioteca la Bóvila  Pl. Bóvila 1  L´Hospitalet Llobregat

   Si deseais os envie recordatorio proxima tertulia una semana antes basta mandar mail a:

El autor y el presentador
    === info@ceid2000.com ===

   ¡Os espero...  será divertido¡

jueves, 28 de noviembre de 2013

sobre manuscrito "The bay Psalm Book"




   Leo la noticia de la subasta en la casa "Sotheby" de N.York, del manuscrito "The bay Psalm Book".
  
  Me trae a la memoria, salvando las distancias, que el sector corchero realizó cosas nuevas tales como imprimir sobre hojas de corcho El Quijote.
   No pretendo comparar nada con el valuoso manuscrito, es incomparable, pero si quiero dejar constancia del curioso hecho.
 
    --"Sobre finales del 1800, Dn. Octavio Biader era un impresor de Sant Feliu de Guixols y editó 50 ejemplares de el Quijote, en finas hojas de corcho del tamaño de medio DINA4
 Cada ejemplar se vendió al astronòmico precio de 50 ptas (0,51eu).
   Para relizar esa impresión inédita compró las hojas de corcho a la casa "H.A.Bender" del mismo Sant Feliu de Guixols, que esta a su vez las importó de su central la compañía "Bender & Cia." ubicada en la ciudad de Frankenthal, (Baviera, Alemania), que se dedicaba a ese novedoso tipo de fabricación"
  
  
            Datos del libro ICONO DE CORCHO pág. 249y250


viernes, 22 de noviembre de 2013

NARRACION:EL HOMBRE DEL CRUCIGRAMA



                              EL HOMBRE DEL CRUCIGRAMA

   Aquel año de 1876 fue especial en Falkenstein, no sólo para el pueblo sino para mí.
sanatorio tuberculosis
   Ese año el doctor Peter Dettweiler inauguró el sanatorio para tuberculosos, era un edificio gótico de ladrillos rojos, rodeado de bellos jardines, fuentes y pequeños estanques con peces de colores.
   Desde la reja se veía la amplia terraza cubierta con unos toldos de color crema. Estos protegían una batería de sillas reclinables donde reposaban los pacientes. A su lado había unas escupideras portátiles de vidrio de color azul, perfectamente disimuladas tras unos paños blancos. 
   Precisamente se decía que el doctor Dettweiler había mejorado el tratamiento de su profesor, el doctor Hermann Brehmer, considerado como el padre de ese nuevo sistema de sanación, al haber fundado el primer sanatorio en la Silesia diez años antes.
   Pero debo explicaros primero como era mi pueblo antes de ese evento. Falkenstein está situado en el condado de Land Hessen,relativamente cerca de Frankfurt. Rodeado de bosques frondosos que pueblan los montes Taunus, su altura de 400 metros permite respirar aire puro y limpio, motivo para la elección de la casa de curación, como lo llamaban algunos. Ese ambiente propicia la ventilación de los pulmones y la altura acelera el bombeo de sangre, cosas que ayudan a sanar la terrible tuberculosis.
   Como habreis adivinado poca cosa ofrecía el lugar para un joven como yo, que con quince años soñaba que Berlin era como la meta del mundo.
   Pero claro la llegada del sanatorio cambió todo, dio trabajo para cocineras, camareras, sirvientas, talleres para los carruajes, maleteros, mozos de cuadras, jardineros y otros empleos, pero ninguno de esos trabajos me gustaba.
   Para evitar el aburrimiento supino de los enfermos, se organizaron partidas de cartas, sobre todo de scaft y aún de schafkopf (aunque ese juego fuera típico de Baviera), además parchis, damas y la oca. En los jardines una rudimentaria bolera para los más osados.
minerva
   Finalmente en otro grupo ya más reducido, ajedrez,crucigramas y jeroglíficos. Para estos últimos se editaban unos boletines especiales para el sanatorio que se entregaban los martes y los jueves, como una especie de diario particular donde aparte de venir los nuevos retos, contenía las soluciones de los anteriores y de relleno un parte meteorológico, el horoscopo y ocasionalmente alguna cosa de poca relevancia.
   Precisamente ahi es donde entro yo. En la trastienda del local que vendía los diarios, libros y papelería, había una vieja Minerva de un cuerpo, donde se imprimía la hoja dominical de la parroquia y ahora el diario del sanatorio. Fue por ese motivo por el que empece a trabajar. Tuve que hacer de linotipista, impresor, doblador y repartidor, en resumen todo el proceso.
   Lo que os tengo que contar podeis estar seguros que es la pura verdad.
   Lo recuerdo como si fuera hoy mismo, Herr Kellen Maurer, a juzgar por su apellido posiblemente de familia masona, era un hombre de aspecto intelectual. Tenía una incipiente calva que se compensaba con un bigote caracoleado y unas largas patillas, llevaba unas grandes gafas de pasta que le tapaban media cara, pero sin esconder una mirada esquiva y nerviosa que habían visto pasar algo más de ocho décadas.
   Yo sabía por Ángela, una camarera que cortejaba, que la habitación 111 que ocupaba Herr Kellen, olía a cuero de baúl viejo, que medio tapaba el olor a caballerizas que estaban cerca y que cuando soplaba viento del sur inundaba con aroma a cuadra.
   Ese cuarto estaba en la primera planta a cien metros de la entrada posterior de los servicios, y siempre tenia la persiana de la ventana medio cerrada.
   Herr Kellen llegó a tener el apodo de el adivinador como pronto conocereis.
                                                 
                          &&&

   Resulta que Herr Kellen estaba todo el tiempo extremadamente triste, no había manera de que acertara ningún jeroglífico y menos acabara un crucigrama. Una de las distracciones del aburrido sanatorio era la crítica de los demás compañeros de enfermedad, de modo que pronto fue diana de los escarnios sobre su poca capacidad intelectual, rayando para algunos el calificativo durísimo de ser lo que se empezaba a conocer como un bordeline. A mí eso que me explicaba Ángela me producía mucha rabia, y me imaginaba lo feliz que sería ese hombre si tuviera una mejor habilidad semántica, me crucé con él varias veces en el jardín y parecía un alma en pena.
   Pero todo cambió para él a finales de septiembre, cuando empezó de golpe a solucionar con éxito los crucigrams y los jeroglíficos bisemanales, de una manera pulcra e indiscutible. Recuerdo la fecha perfectamente porque esa semana, la última de septiembre, era muy celebrada en el pueblo. Imitaba un poco las celebraciones tan famosas del Oktoberfest de Munich, en ese jolgorio di mi primer beso a Ángela, dicho sea de paso.
   Al principio pocos hiceron caso arguyendo que esos acertijos de Herr Kellen, se debían a una racha de buena suerte, pero al paso de las semanas, esa circunstancia se extendió no sólo por el sanatorio, sino también por el pueblo que pocas cosas tenía que comentar, por ejemplo un señor de Baviera que acertaba con éxito los boletines del sanatorio, pasó de ser un bordeline a un genio en menos de ocho semanas.
   Las señoras se acercaban a preguntarle sobre sus horóscopos de los próximos días, y los que jugaban a los bolos sobre el tiempo. Inexorablemente siempre acertaba en sus previsiones.
   La cuestión es que su fama llegó hasta Frankfurt y aún más allá al salir publicado un artículo sobre él en el Bild. Tanto es así que no sólo fue proclamado ciudadano de honor de Falkenstein, sino que un equipo de eminencias médicas y otras disciplinas científicas, tenían la intención de desplazarse para estudiar esa extrañeza que se empezaba a conocer con el nombre Prophête. No se porque esa moda de nombrar las cosas en francés, cuando tengo entendido que aquello parecía un fenómeno de paramnesia o un nombre parecido (yo no soy médico); que eso del Prop... no se qué, es algo como que se puede ver el futuro, pero ese siglo de 1800 era así de cursi.
   El examen de esa rareza se realizaría al día siguiente de la gran recepción que se había preparado para obsequiar al equipo de sabios, al mismo tiempo que se homenajeaba a Herr Kellen con la entrega de la llave de la ciudad.
   Todo estaba a punto, una banda de música, una tarima, el atril para los discursos y un pequeño refrigerio en el Rathaus, (bueno creo que vosotros lo llamáis casa consistorial o algo similar).Y no sólo eso sino que en el sanatorio habían extendido entre los toldos unas guirnaldas prendidas de banderitas de colores y de naciones, y según me explicaron hasta en la recepción habían cambiado el ficus por otro más grande y frondoso.
   La mañana del evento Herr Kellen no se presentó a tomar su café ni su desayuno, al principio nadie le dio más importancia, todo el mundo comentaba que serían los nervios del homenaje que le mantenían en la cama.
   La realidad era que estaba fiambre, bueno perdón, quiero decir muerto, yo siempre sospeché que quizás algún envidioso, ayudó un poco a acelerar a la naturaleza para que cerrara el ciclo vital. El caso es que Herr Kellen Maurer, o si se quiere el adivinador, pasó a mejor vida. Hoy ya nadie se acuerda de él, y apenas queda rastro de ese sanatorio que la vacuna contra la tuberculosis se encargó de proporcionar la piqueta.

                                                     &&&

   Como se suele decir ha llovido demasiado, he visto hundirse el Titanic, pasado dos cruentas guerras y este año Cuba ha empezado una revolución entre otras muchas cosas, y todo esto mientras yo leía el periódico tomando mi café. Además he acunado cinco nietos, creo que son suficientes vivencias que me otorgan la licencia para confesaros el verdadero misterio de la leyenda de el adivinador,que algunos de vosotros habréis ya adivinado, y valga la redundancia.
  
                                                      &&&

   El trabajo en la imprenta con aquella vieja Minerva, aparte de embadurnarme de olor a tinta y papel, no me dejaba festejar a Ángela debidamente, tenía que remediar eso, así que se me ocurrió hacer en un solo día las dos impresiones, la del martes y el jueves, de manera que siempre tenía editada por adelantado la edición del próximo día, la que llevaba las soluciones de la edición anterior.
   Os aseguro que fue por casualidad que aquel martes, seguramente por los nervios de las fiestas de septiembre, se me colara un número del jueves próximo entre la entrega del martes.
   No se como ni de que manera debió llegar ese ejemplar a manos del adivinador, pero así fue. A partir de aquel día y viendo que ese error hizo feliz a Herr Keller, cada martes y cada jueves entregaba los ejemplares del día en recepción, daba la vuelta al edificio hacia las caballerizas y dejaba caer por la ventana de la 111 un ejemplar del próximo día, esa persiana era como un buzón de la sopresa.
   Ahora cada vez que sentado en la cafetería, oliendo a pan tostado y café recién hecho, y veo a alguién haciendo el crucigrama me acuerdo del adivinador.


  







miércoles, 20 de noviembre de 2013

Sinopsis de la novela "Vivir al filo"



                 SINOPSIS DE LA NOVELA VIVIR AL FILO


   Vivir al filo es una historia basada en una poderosa trama, narrada con una prosa extraordinaria cosida con delicadas y sutiles puntadas, que no dejará al lector indiferente.

   Dos estudiantes a punto de acabar la carrera, se ven involucrados en una partida de póker que les marcará el rumbo de sus vidas.

   Sin apenas darse cuenta se encuentran dentro de una red de evasión de capitales que les hace vivir al borde de la legalidad, y les introduce en una serie de riesgos donde peligran sus vidas.

   Los hechos transcurren durante el primer mandato de los socialistas y la entrada del país en los organismos internacionales, cosa que inquieta a los poderosos capitales anclados en la dictadura que ven que una època de privilegios se les acaba.

   Les llega el amor y deben vivir con él sin revelar su otra vida, a riesgo de perderlo.

   El devenir de los hechos transcurre entre Barcelona, la Costa Azul, Noruega, los paraísos fiscales y Brasil; donde las vivencias en este último país les hará dudar si ha valido la pena vivir al filo.








domingo, 3 de noviembre de 2013

NARRACION:LA PIEDRA ROJA



                                  LA PIEDRA ROJA         



   Llegar a Dos Soles por tierra supone una aventura, vengáis de Macapá, de Belem o de Santarem; ya que después de que hayáis sorteado el gran Amazonas se acaba el camino, y la pequeña senda que continúa es poco conocida, angosta, tortuosa y sobre todo muy empinada. Pero he de reconocer que bien vale el esfuerzo.
"Una vez al año..."
   A medida que vas bajando lo que antes era una mancha blanca y confusa se va agrandando y el panorama se colorea de diferentes tonos azulados, ocres y verdes. Es cómo si tuvieras  en la lejanía  una gran pintura en la cual fueras entrando lentamente definiendo los detalles; ahora la playa, más allá los pinos y encuadrándolo todo, al fondo, el horizonte marino.
   Pero si no estáis limpios de espíritu, si todavía tenéis reservas, si os preocupa el qué dirán, o solamente pensáis en vosotros mismos; o quizás no sepáis dar sin esperar, más vale que no intentéis ir porque jamás llegareis.
  
   Una vez al año, justamente el día de dos soles que es una jornada coloreado desde la salida del sol hasta la puesta del sol. Los habitantes no sacan sus barcas para pescar y las mujeres se afanan en los preparativos de la fiesta.
   El vino (elaborado con frutas, coco y plantas destiladas de forma natural), corre en abundancia; abundan los pescados cocinados con hierbas aromáticas.
   Desde la salida del sol nadie para de bailar al ritmo de las maracas y las panderetas, y ese día todo está permitido excepto dos cosas: morirse o llorar. Solamente una consigna la risa debe ser la reina de la fiesta.
  
   No os puedo explicar de dónde viene el nombre de tan singular población; seguramente será porque ese momento especial, a la salida del sol se ven dos soles.
  Ese día no el anterior ni el posterior, la naturaleza produce un fenómeno un tanto insólito. No sé si porque Dos Soles está situado a cero grados de latitud en el estuario del Amazonas, o debido a la estación calurosa de ese día, que es justo cuando empieza el verano, o por otro motivo que no acierto a explicar.
   El caso es que la temperatura del agua del mar al evaporarse forma una insólita reflexión que colorea el acantilado de levante de mil y un tonos colorados y amarillentos, pero cuidado, eso solamente sucede en el instante del nacimiento del sol. Esto no es especialmente singular, pero si lo que os voy a explicar.
   Desde un ángulo a medio kilómetro del acantilado, existe una piedra pintada de rojo que señala el lugar preciso desde dónde se contempla el extraño fenómeno. Justo en el preciso momento de la coronación del astro rey se ven dos soles, diáfanos y tan nítidos que no da lugar a dudar que ese efecto sea por efecto del vino y la fiesta.
   Esto ya no volverá a suceder hasta dentro de un año, es decir hasta el próximo día de dos soles, (el que se ve desde la piedra roja)
   Todos los del pueblo ascienden en romería cantando muy alegres hasta la piedra roja. Entonces al llegar esperan. Poco a poco el silencio se apodera del lugar, el ambiente es cada vez más espeso y denso a medida que va llegando el gran momento, sólo se acaba oyendo el murmullo lejano de las olas que rítmicamente van lamiendo la lejana playa.
   Hay mucha gente pero no importa, cada uno siente como si aquel efecto fuera para él solo. Todos están concentrados para formular de la mejor manera su deseo en el milagroso instante, ellos saben que la intensidad y la fe de su pensamiento, hará más fácil el camino para que dos soles de cumplimiento a sus anhelos.
 
   No soy capaz de describiros la magnificencia del sobrecogedor espectáculo desde la piedra roja; sólo os diré que a partir de ese instante todos desbordan una contagiosa alegría que no para hasta el ocaso de ese mismo día.
   Quizás sea como una carga de pilas para pasar el año, realmente no lo sé. El caso es que sea lo que sea os diré que yo llegué para unos días; ahora ya soy viejo, pero entonces era joven.
   Estoy sentado en la piedra roja, veo al fondo la cerrada bahía cuyos brazos de levante y poniente abrazan el mar protegiendo una pequeña playa aplacerada de arena fina y blanca, y a unos metros mi casa y una cincuentena más de paredes encaladas que reflejan la luz diáfana y transparente; no sólo del sol, sino de las almas que las habitan.

"...sino de las almas que las habitan."

   

 


viernes, 1 de noviembre de 2013

NARRACION: EL LAGARTO DESEADO




                                  EL LAGARTO DESEADO

 

   Según supe años después, aquel día supuso para Juan un hito importante que le marcó para el resto de su vida.  

   Todo sucedió durante la comida en el restaurante La Muralla China, que  ahora después de lo que sabido, jamás olvidaré.

   Al final del almuerzo el dueño nos trajo una botella de sorgo, como deferencia de la casa.

   Enseguida vimos el envase que dejaba ver el líquido de un verde claro, y su llamativa
etiqueta llena de caracteres chinos. Al no entender nada de lo que ponía, nuestra vista se entretuvo viendo los bonitos dibujos de dos dragones que perfilaban el etiquetado, lo hacíamos para disimular que no teníamos ni idea del mandarín.

   Pero lo que más nos impactó al mirar con más detalle, fue ver en el fondo dos pequeños lagartos, algo más grandes, menos largos y más gruesos que unas lagartijas vulgares.

   Seguramente por la cara de asco que pusimos al verlos, el propietario adivinó que no sabíamos de qué iba aquello, así que empezó a hablar.

   Nos explicó que esos lagartos conferían al licor unas propiedades afrodisíacas, que daban una potencia sexual extraordinaria a quien tuviera la valentía de gustarlo.

"los dos pequeños lagartos"
   Hablaba muy mal y se expresaba como un indio comanche, pero lo entendimos o nos pareció entenderlo.



   Ya íbamos alegres por la copiosa comida, el abundante vino y las muchas copas, esta explicación bastó para empezar una conversación llena de comparaciones de tipo sexual entre nosotros; como es habitual en reuniones de hombres solos, la conversación cada vez tomó un tono más subido; naturalmente con la figura femenina como diana del tema. Aquello se convirtió en un deseo, para probar quien era el de más hombría del grupo. 

   La verdad es que al principio yo disimulaba haciendo ver que bebía ese licor de arroz sin problema. Por no quedar en ridículo delante de los compañeros, ya sabéis parece que bebes como el resto; pero en realidad te preocupas más disimulando que bebiendo.  Aunque mucho me temo que yo no era el único que participaba en aquel teatro.

   El caso es que por una cosa u otra, la botella en cuestión quedó vacía, le daba una luz que entraba directa por una ventana a un lado de nuestra mesa, de manera que esa claridad indirecta atravesaba la botella proyectando una sombra verdosa sobre el blanco mantel.

   Pero lo más relevante era que permitía ver con todo detalle los dos pequeños lagartos, uno era de un color verde aceituna y el otro de un marrón parduzco; tenían sus blancos ojitos abiertos y se podían contar las minúsculas garras de sus patitas. Brillaban como si los hubieran bañado con aceite, sin duda por estar humedecidos por el licor, además permanecían amontonados y revueltos en el fondo abrazándose uno encima del otro.

   Todos, y yo el primero, apartábamos nuestro iris de tal visión, con disimulo eso sí, no fuera que nadie nos tildara de meticulosos.



   La tertulia llegó a aquel típico momento que se abre un silencio, porque coincide que todos los comensales desean tomarse un respiro, esperando que sean los otros que hablen mientras uno descansa; pero eso no sucede y el silencio se impone y entonces nos incomoda.

   Es en esos momentos cuando el que sustenta el liderazgo suele remediarlo,  a veces con acierto y otras sin  ello. La verdad es que todos íbamos muy colocados, de manera que cualquier cosa podía ser posible.

   Como ya sabéis en las reuniones de amigos se suele recorrer el mismo camino: hablar de trabajo, de mujeres, de política, explicar batallas, y magnificar posiciones resaltando siempre la gallardía y valentía personal. Es decir la humildad se suele empujar hacia arriba como el principio de Arquímedes; sólo que en lugar del volumen de líquido que desaloja, en este caso es del líquido que se ingiere.



   Juan intervino, lo hizo con solemnidad como lo solía hacer, creando un clima suficiente para que todos prestásemos nuestra máxima atención.

   No se anduvo por las ramas, ni soltó ningún grandilocuente discurso, la cosa era muy simple, un reto encima de la mesa,  a ver quien era el valiente que se atrevía a comerse uno de los dos saurios. El que lo hiciera sería reconocido por los siglos de los siglos, como un hombre de poderes sexuales extraordinarios, y así se anunciaría entre las amigas comunes o las que pudieran venir en el futuro. (Entonces solamente unos pocos contábamos nuestra edad con más de cuatro manos)

   Enseguida nos lo tomamos como una simple broma sin darle mayor alcance; pensábamos que nadie sería capaz de realizar semejante envite.

   Pero Juan no permitió tal cosa y sustentó la seriedad de su apuesta de forma inamovible, aquello ya no me pareció tan divertido; eso de ser un juego pasaba a convertirse en un reto absoluto para medir la hombría..

   Intentábamos adivinar, mirando a Juan con detalle, esperando que algún gesto delatara que todo aquello era una chanza, y quedara en nada; pero enseguida nos desengañamos de tal esperanza.



   Estando así se acercó el dueño, llevaba un pequeño martillo plateado en su mano derecha, de esos que usan los médicos para golpear la rodilla y calibrar los reflejos.

   Al llegar inclinó la cabeza en señal de saludo, a modo de inicio de algún protocolo. A mí aquello me recordó cuando se empiezan los combates de artes marciales a los que era aficionado.

"...acto seguido cubrió la botella con una servilleta..."
   Acto seguido cubrió la botella con una servilleta, del mismo modo como lo hacen los camareros al servir el vino en los lujosos restaurantes, una vez así la tumbó apoyándola en un extremo de la mesa, justo a mi lado, y con un certero golpe seco rompió el envase. Se oyó un golpe sordo que delataba la rotura.

   Enseguida noté un olor parecido a la menta y manzana, no sabría definirlo exactamente. El caso es que alzando por las cuatro puntas el paño, a modo de bolsa, trasladó todo a una mesa contigua; no pudo evitar que una gotas resbalaran sobre nuestro mantel, pringándolo como si hubiera caído mermelada de manzana.


   Todos permanecíamos en silencio observando la maniobra, no nos atrevíamos a decir nada, pensando que todo aquello era fruto del enfado del dueño por el ruido de las risotadas, que estuvieron molestando al resto de clientes; aunque a aquella hora tardía casi todos habían marchado. Esperábamos una riña a nuestro comportamiento, y quien sabe si hasta un ruego de que abandonáramos el local enseguida.  Lejos de la realidad, aquello era el inicio de un ritual, vete a saber qué cosa, nunca entenderé la civilización oriental.

  

   El dueño, un señor de edad avanzada, completamente calvo, con una piel clara y de complexión delgada, su cara con unos pómulos muy anchos y sobresalientes, unos ojos estrechos y un proyecto de nariz sobre la que apenas aguantaba el arco de unas gafas de hilo de aluminio. Si te lo cruzabas en el metro, podrías pensar que era un profesor universitario de visita en nuestra ciudad.

   Realizó los movimientos con parsimonia:: desplegó el paño que estaba totalmente húmedo y lentamente fue separando los trozos de vidrio que colocaba en un platito, me recordaba las clases en el instituto, cuando nos hacían diseccionar una rana, todo con meticulosidad milimétrica.

   Finalmente quedaron los dos lagartos limpios de cualquier posible resto de vidrio y colocados en otro platillo, de esos que venden en los chinos decorados con dibujos de dragones y cosas así. Rápidamente  los dejó en medio de nuestra mesa.

   Entonces antes de retirarse con otro saludo, pronunció unas palabras, casi no le entendimos, pero nos quedo claro que para él eso no era un juego, y quien se atreviera a dejar entrar en su cuerpo el lagarto verde, (el marrón no se podía ni tocar), conseguiría un poder sexual poderoso. Pero una advertencia: si no lo hacía con humildad, sencillez y sin espíritu de competición no solamente no lo conseguiría, sino que sus consecuencias podían ser de difícil predicción. El espíritu de los lagartos, tenía que ser respetado..



Pero pronto aquellas palabras cayeron en saco roto, y todo se ciñó en ver quien era el que tenía más cojones, (me perdonarán la soez palabra), en zamparse el lagarto.

   Aquello pasó de broma a asunto pesado, pero ya se sabe las cosas apoyadas en la hombría no se descartan con facilidad, así que todos mantuvimos el tipo.    Pero claro, ver aquel bicho con ese verde gelatinoso y  resaltando en su cabeza los dos globos oculares con su iris negro; ese punto que parecía pedirnos misericordia, en fin algo realmente asqueroso. Eso superaba cualquier posible posibilidad de poder mantener la apuesta.

   El caso es que todos de una u otra manera nos fuimos posicionando hacia atrás, con la esperanza de que ninguno fuera capaz de acometer semejante asunto, con lo cual la cosa no pasaría de aquí, no habría ni ganadores ni perdedores.

...haciendo pinza con su dedo pulgar e índice...
   Pero fue Juan quien mantuvo en vivo el tema, y ni corto ni perezoso haciendo pinza con su dedo pulgar e índice,  tomó el lagarto por la cola elevándolo por encima de su cabeza, que mantenía inclinada y con la boca abierta para zampárselo, igual como se suele comer un espárrago...

   Quiso la mala suerte que la cola se rompiera, de manera que el batracio cayó con la peor fortuna de quedar panza arriba, y salpicando el mantel de líquido verdoso.

   Verlo  con la barriga abultada y fofa de color carne, me revolvió las tripas de tal manera que me levanté a toda prisa para vomitar en el lavabo. Pero no fui el único, oí a más de uno como también arrojaba.



   Al volver a la mesa, crucé la mirada con el propietario, que estaba detrás de una pequeña barra algo alejada, no me hizo falta saber mandarín para adivinar por su pose, que estaba molesto pensando en el sacrilegio que se estaba obrando en la mesa de aquellos jóvenes.

   Al llegar y sentarme me dio tiempo de ver a Juan masticando, sólo faltaba eso; imaginarme como sus dientes trituraban aquel diminuto ser.



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   Después de lo que os he contado, la vida cambió para mí de manera muy rápida. Me doctoré y acepté un trabajo en una clínica de Toronto, de modo que perdí de vista a toda la pandilla.



   Pero lo que son las casualidades, pasaron dos décadas y volví a la ciudad donde continué con mi especialidad de urología en el hospital de San Pablo.

   Un día me pasaron el historial clínico de un tal Juán García, se trataba de un caso agudo de disfunción eréctil, por lo visto ningún tratamiento había dado resultado desde hacía muchos años.

   Mi sorpresa fue mayúscula, cuando el paciente en cuestión entró en la consulta, aquel tal Juán García era ni más ni menos que mi amigo de juventud.

   Nos dimos un abrazo y empezamos a recordar nuestras cuitas de jóvenes, he de reconocer que para mi amigo no parecía que hubieran pasado los años, y eso me produjo cierta envidia y un deseo de saber más cosas de él. Siempre fue nuestro líder al que todos queríamos imitar, y a pesar de los años transcurridos aún le veía un poco como tal..



   Cuando al final llegué a proceder para organizar el tratamiento,  le hice una pregunta sobre cuánto tiempo soportaba esa disfunción, eso era importante para un mejor diagnóstico. Pero me lanzó una pregunta como toda respuesta:

   —¿Te acuerdas del almuerzo en La Muralla China?

   Yo no tenía ni idea de qué me hablaba y le respondí negativamente. Entonces me indicó un detalle para refrescar mi memoria diciéndome:

   —Sí, hombre, el día de la botella de sorgo... aquel licor de arroz verde.

   Eso bastó para que enseguida recordara con detalle todo el episodio que os he explicado. Pero esa pregunta sólo hizo que aumentar mi extrañeza, por lo que contesté que eso, —¿qué caramba tenía que ver con mi pregunta?— Yo tan solo quería saber el tiempo que arrastraba su problema.

  Se levantó de la silla, se dirigió hacia una ventana, la que daba a la plaza. Se quedó quieto como si mirara absorto hacia el infinito. En el ambiente se hizo un silencio expectante, como esperando la mano que asesina detrás de la cortina de baño, igual que en el film  "Psicosis".

   Al poco y sin girarse alzó la voz y dijo:

   —Desde el día del lagarto