sábado, 20 de septiembre de 2014

A SÉNECA TAMBIÉN LE GUSTA FOLLAR

               
     
         A Séneca también le gusta follar


 
   Era un día de agosto, de esos que se busca una terraza donde pase un poco el aire. Pero como teníamos hambre decidimos entrar y pedir que nos pusieran el aire acondicionado.
  En eso, llegó el Séneca como de costumbre tarde y con su andar pausado. Iba como siempre, con sus gafas de sol colgadas del cuello de su camiseta negra.
  Remarco lo del negro porque me temo que es su color favorito a juzgar por su vestuario habitual, pantalón negro, camiseta del mismo color como ya dije, y por encima camisa azul puesta sin embozar, de manga larga, desabrochada y arremangada dejando las muñecas al aire. En la muñeca derecha su reloj y en la mano izquierda sujetando el móvil obscuro, decorado con el escudo del Real Madrid, plateado destacando sobre ese fondo bruno.
   Sin embargo no todo es lógrebo, desde aquel día que le sorprendió una gran nevada que le pintó el pelo de blanco nieve. Y según explica, con mucho orgullo, decidió no sacudirse nunca esa blancura, como venganza a la tormenta. Desde entonces luce con dignidad esa albura craneal.
   Pero si después de lo dicho pensáis que es un tipo de aquellos que sólo para ellos, existe el blanco o negro ignorando los grises, os equivocáis.
  En la peña de los días veneris, muchas veces le tentamos para que caiga en alguna pregunta trampa, pero siempre sale airoso de las mismas, por ejemplo.
   —¿Cómo se pesa el humo de un cigarillo?...  O esta otra.
   —¿Cómo sabe el cuerpo los límites de la cama para no caerse?
   Nunca responde rápidamente, para él esos segundos son ese tiempo diferente que no se mide con los calendarios ni con los relojes, por ser el espacio íntimo y personal que hablas y buscas en tu cerebro las respuestas más apropiadas a preguntas un tanto inadecuadas.
   —Veréis —empieza a hablar con la misma delicadeza como coge los cubiertos, para que me entendáis como un cirujano su bisturí— respecto a lo primero no quiero extenderme, os sugiero que volváis a visionar el film Smoke... ¿Recordáis al estanquero de Brooklyn el señor Auggi?
   Claro ninguno del resto tenemos ni idea de lo que hablaba, pero la humildad no es precisamente el factor común de la peña, todos asentimos con la cabeza, cómo si supiéramos de qué hablaba... ¡Faltaría más!.
   —¿Y la otra pregunta? —Espetó alguien casi como un reto.
   El Séneca, ¡Ah!... me olvidaba que además su nombre de pila es el de un patricio romano, como no podía ser de otra manera. Pues bien, junta los labios con extrema suavidad, mueve los dedos índice y pulgar haciendo pinza, como si fuera a coger una tiza y apuntar con ella su respuesta en una pizarra. Entonces esboza una amable sonrisa y contesta con una pregunta.
  —Tienes razón, pero no contesto porque no conozco la respuesta. Esa pregunta es cómo si yo en este foro, informal, lúdico, festivo, jovial y hasta parrandero, preguntara con trascendencia ¿Qué es la política?
   A partir de aquí, se armó el revuelo, como un gallinero. Todos queríamos hablar, lo hacíamos precipitadamente, algunos imponiendo el tono, otros con una inacabable y aburrida extensión  y los menos con sus batallitas. Todo ello como factor más importante que el propio argumento, que en definitiva sería el que sustentara el razonamiento de la respuesta. Además circulando por vías diferentes que lo único que importa es llegar el primero imponiendo la velocidad, ignorando cualquier convergencia, tapar al otro, en suma no escuchar.
   También hay que decir, en honor a la verdad, que ese tono es proporcional a las botellas de vino consumidas.
   No cabe deciros que en este caso concreto sobre la política, se  habló desde los dinosaurios, pasando por la edad de piedra mezclada con el racismo, la segunda guerra mundial, la ETA, y el franquismo, por sintetizar.
  Séneca permanecía en silencio, bueno ahora recuerdo que tampoco os dije la edad que tiene. Pues está en esa edad dónde los relatos todavía no se han convertido en batallitas. ¿Me entendéis?.
  Al poco y algo agotados de los farragosos discursos, alguien dijo

  —Y tú —señalando al Séneca— Estás muy callado, no dices nada con esa mirada lánguida ¿Qué piensas y qué respondes a tu pregunta?
  Séneca alzó la cabeza, pero sin acritud ni soberbia, simplemente para asegurarse que le escuchaban. Empezó a hablar como siempre, con palabras atemperadas como un valle liso y sin dobleces.
   —Bueno a decir verdad pensaba en la cama con una mujer bonita. Pero os voy a contestar a lo que me empujas. —Dirigía su mirada al interrogador— Aunque conocéis todos de sobras mis ideas políticas, os diré que he llegado a la conclusión de que la política es lo único que nadie confía en nadie, y todos dicen que saben hacerlo mejor que el resto.
   Todos nos pusimos a reír, más que nada para minimizar tan sabia sentencia, que alguien dijera esto era sabio, pero no conveniente para nuestro orgullo.
   A aquello se le tenía que dar un giro.
   —Oye lumbreras —dijo otro dirigiendo la pregunta hacia el Séneca— Has dicho que pensabas en la cama. Anda, a ver si tienes cojones y nos explicas tus pensamientos. Listillo, que eres un listillo.
   La pregunta estaba envenenada, todos esperaban una respuesta un tanto académica, si así fuera era momento de la remontada, en ese campo pensamos que somos más diestros que él.
   En realidad si os he de ser sinceros, todos y cada uno de nosotros creemos ser los campeones en los temas de sexo. Como está mandado en los tíos.
   Planteado así parece que fuéramos todos contra uno, pero no era así, el núcleo de la amistad esta siempre presidiendo la peña de los días veneris, de modo que siempre suele acabar todo en empate técnico, celebrado con simpatía y cordialidad. Y habitualmente brindando con cava ¡Por qué no confesarlo!... ¡Coño!
   Séneca intentaba recordar dónde había leído esa sentencia sobre la política que gratuitamente se había otorgado, pero no lo conseguía. Pero nadie le había acusado de plagio, así que todo estaba bien. Sobre lo de la cama le gustó el reto y entendió la trampa, los tenía que sorprender.
   —Bueno veréis la cama es ese lugar salvaje lleno de sorpresas e imprevistos, con ese ambiente dulce pero a la vez tórrido, que está cargado de flores exóticas y músicas de arpas celestiales —Aquí hizo una pausa. Observaba las caras que reflejaban la alegría por constatar las cursiladas que estaba diciendo, y que daban mucho juego para ponerlo en ridículo, pasaron unos segundos y prosiguió— Dicho esto he de añadir que como elemento principal la cama es el lugar donde follas y practicas la jodienda, desde la mayor cochinada hasta la más sofisticada situación... –Volvió a hacer un alto, esta vez más pequeño— pero sabéis que os digo que... ¡Viva la cama y viva las tías!... desnudas mejor.
   Todos nos partimos de risa, realmente el giro dado a su discurso, había sido ágil, hábil e inteligente.
   ¿Entendéis porque se ha ganado el sobrenombre del Séneca?
   Por cierto no he visto Smoke, ni tengo idea de que me habla, pero yo a lo mío.



  




   


  

jueves, 4 de septiembre de 2014

GRATIS Y LA PAELLA VIRTUAL

                                     

                     Gratis, y la paella virtual




   No estoy hablando en un sentido teórico, sino de dinero contante y sonante, eso tan deseado, tan resbaladizo y tan peligroso como la trilita.
   Para él, gratis no es un tópico ciclópeo, algo así como decir que el fuego si lo tocas te quema.
   Pero antes debo explicaros el personaje.
   Es un hombre maduro de gran envergadura y aspecto rudo, como de sheriff que en cualquier momento puede sacar de su cadera derecha un revólver del 38. Habla mucho de sí mismo, pregunta poco por los demás y sabe escuchar. Al tiempo es afable y resolutivo.
   Posee una inteligencia despejada y un juicio ponderado. Es de una conversación escueta, poco flexible pero culta, nutrida por una formación autodidacta y con una gran capacidad de absorción de todo lo que ve y oye.
   Para que me entendáis, es el hombre con el que querrías te tocara de compañero de naufragio en una isla desierta. Versado en tantos trueques sabría hacer de la arena albóndigas deliciosas.
   Cuando entra en un bar, levanta la vista como oteando el horizonte, con ella recorre todos los rincones hasta dar con el periódico del día. Entonces lo abre por las páginas salmón, se coloca sus gafas, de esas que parecen rotas por ser en dos trozos, y hace dos cosas: primero recorta con disimulo el cupón que la editorial ofrece y segundo hace el crucigrama.
   Os diré que sus productos conseguidos gratis con los cupones, tales como vajillas, cristalerías, cuchillos, cuberterías, sartenes, ollas, despertadores, radios, discos, relojes, libros de esos que nunca se leen, navajas, ventiladores, y cosas de este estilo, son numerosos.
   Para abreviar decir que sus existencias nada tienen que envidiar a cualquier comercio de esos de todo a un euro, (para entendernos de los chinos)
   Ha sido de los primeros en transformar el humo de sus pitillos en vapor, de ese de las boquillas electrónicas, con el ahorro considerable.
   Los kilómetros y el tiempo consumido en buscar la gasolinera que ofrezca el carburante uno o dos céntimos más barato, no contabilizan en el debe del ahorro de esa compra. Yo creo que esa cosa tan cansina es una simple excusa para estar más tiempo despistado.
   ¿Y lo del palillo?
   Cuando todos los comensales piden una nueva botella, él la coge la decanta y pone un palillo plano en el gollete, a modo de grifo. Entonces espera que resbalen dos o tres gotas que vierte en su copa. Sin darse cuenta que en esa larga espera los otros ya han consumido parte de la nueva botella.
   Pero lo más curioso es cuando en los almuerzos de la peña de días veneris, se habla de la paella.
   Me pregunto: por qué todos se auto proclaman ser los reyes de ese plato. Se suscita la discusión de siempre, sobre lo genuino de ese manjar. Que si de pescado o de carne, las galeras contra los caracoles, garrafones mejor que gambas, tocino si o no, grano suelto o más compacto, en resumen que quien más quien menos está en posesión de la verdad. Todos sin excepción acaban en el siguiente envite:
   —Ya veréis cuando os haga la paella a mi manera, me daréis la razón.
   Estaréis de acuerdo que se puede llegar a hacer dudar de  la razón sobre algún tema, pero en este asunto nadie da su  brazo a torcer.
   Contrariamente a lo que se pueda pensar de nuestro personaje que GRATIS es parte de su filosofía de vida, no es tacaño, agarrado o menguado, por eso no es cosa baladí que nos haya invitado a todos a una paella cocinada según su sacro santa receta.
   También es verdad que de momento es una paella virtual, algo así como cuando suena ese sonido metalizado de gota de agua, que anuncia ese mensaje del whatsaap con la foto de esa modelo brasileña del todo inalcanzable.
   Pero estoy seguro que pronto os podré explicar la conversión de la virtualidad en la realidad. Sólo entonces concederemos la medalla de oro de las olimpiadas paelleras.
   Mientras tanto todos los reyes de la paella, no dejan de reinar en el país de la virtualidad.