sábado, 17 de mayo de 2014

LA CHICA QUE TENÍA LOS OJOS TRISTES



                                      LA CHICA QUE TENÍA LOS OJOS TRISTES


   Cuando la conocí, lo primero que vi fueron unos lagrimales enrojecidos como si estuvieran llenos de granos de arena.
   -- ¿Por qué estás triste? --Le pregunté
   Ella no supo que contestar, miró de lado a lado como si buscara a alguien que le ayudara a responder:
   Al verla así quise facilitarle la respuesta y modulando mis palabras le dije:
   --Parece que tu pensamiento está solitario, como si vagara buscando por los rincones del desierto de los pensamientos. ¿Qué buscas?
   Entonces fijó la vista hacia el suelo, se puso las manos tapándose la boca, como un niño pequeño al que se le reprende, estaba rodeada de un aura de inocencia.
   Le pregunté:
   --¿Por qué no me miras?
   Alzó la vista y me miró, entonces pude observar con detalle su cara, estaba triste, como si conociera demasiado el miedo y el dolor, pero al mismo tiempo se adivinaba una mujer acorazada contra el mundo.
   Seguía en silencio, como si solamente pudiera hablar a través de la mirada. Entonces me di perfecta cuenta de que aquella mirada era como un dolor de pérdida, en el fondo era una mujer muy frágil. Proseguí hablando:
   --En tu mirada se refleja la tristeza de un corazón desengañado, que se protege con la coraza del silencio, para no dejar verter aquellas lágrimas que demostrarían debilidad, frente a aquellos golpes bajos que la vida te ha dado.
   Se instaló un poderoso silencio, de aquellos que te envuelven. Ahora en sus ojos se reflejaba la luz del atardecer, apenas un destello.La tarde estaba muy avanzada, todo se cubría de tonos dorados alargando las sombras. Soplaba una ligera brisa cargada de un olor seco que oreaba la garganta.
   --Parece --continué-- como si tu objetivo no se hubiera aclarado con el sol de la impaciencia ¿No es cierto?
   Le tomé las manos y la atraje hacia mí, era como si nos conociéramos de toda la vida, se había instalado entre nosotros una poderosa sensación de seguridad.
   Alcé el brazo invitándola a mirar al horizonte hasta donde se confunde con la vista. La miré y le mostré una franca sonrisa mientras le decía:
   --Yo te digo.. ¡Sonríe¡ Llena esta tristeza y el vacío y llénalo de alegría --tomé un pequeño respiro y module mis palabras-- Aprenderás, con el paso del tiempo, el verdadero sentido de vivir con orgullo, con ganas de saltar los barrancos que el mundo cava a tus pies.
   Empezamos a caminar sobre la ardiente arena, ella levantó la mano señalando hacia un águila real, que con sus alas extendidas planeaba majestuosamente sobre nuestras cabezas.
   --Fíjate vuela en libertad, seguro que ha abandonado sus miedos --Esbozó una gran sonrisa, se alzó de puntillas y me dio un cálido beso en la mejilla.


 



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