lunes, 31 de agosto de 2015

UN BAR MUY SINGULAR



                                         UN BAR MUY SINGULAR



   El bar llamado La hoguera de las vanidades es un sitio un tanto original. Está cerca de mi casa en la esquina de Amador con Conquistador y por eso suelo frecuentarlo bastante. Y porque además allí encuentro muchas singularidades que aprovecho para mis novelas.

   Os voy a explicar una de esas curiosidades.

   Era el martes de la primera semana de enero, fuera hacía frío y llovía. Los cristales de las ventanas que daban a la calle estaban entelados, con la punta del dedo se podía dibujar alguna cosa, digo esto para que me entiendas. 
   Estaba sentado al lado de una de esas ventanas ante una taza de café humeante. Delante y a mi derecha en otra mesa una pareja hablaba en un tono un tanto que rompía el ambiente de calma del bar a esa hora cayendo la tarde.
   No pude remediar arrastrar con mi culo la silla y acercarme hacia ellos para oírles con más claridad. Lo hice con disimulo, os lo aseguro, pero una de las patas de mi silla me delató con ese ruido que pone los dientes a parir. Entonces el chico paró de hablar al oír eso y me miró con aquellas miradas de tierra trágame.
   Yo disimulé haciendo ver que intentaba alcanzar el servilletero de papel de estaba en el otro extremo. El hombre tragó el anzuelo y prosiguió hablando como si yo no existiera.
--Como te decía Leonor hay clases de hombres y mujeres.
--Vale hombre menuda cosa --hablaba la chica-- ya estamos como siempre... a ti te ha afectado el nombre de este bar La hoguera de las vanidades. Pues te diré la novela que lleva este título no me gustó nada, es un rollo. Pero explícame eso de las clases que dices. Listillo que eres un listillo... ¡joder!
--Mira no seas tonta a mí Tom Wolfe me gusta como escribe y ese libro es cojonudo. Pero eso que te decía de las clases de gente es cosa mía. ¡caray! ¿no puedo tener ideas propias o qué?
--Bueno no te cabrees y explícamelo, anda que no tengo toda la noche.
   El tipo se removió en la silla como preparándose para largar un discurso. Yo creo que en realidad ganaba tiempo para ordenar sus ideas y soltarlas de manera coherente. Además se notaba mil horas lejos que quería deslumbrar a la chica.
   Eran jóvenes y de buen ver, casi os aseguraría que en último curso de alguna universidad.
  El chico tomó un sorbo de algo que tenía en la taza pero que no era café a juzgar por el tamaño de la misma, seguramente alguna infusión. Empezó a hablar.
   --Pues muy sencillo hay tres clases.
   --¡Pero qué dices! hay mil matices en las relaciones humanas.
   --Tienes razón, pero tú haz la prueba en alguna cena o reunión y acuérdate de lo que te voy a decir. O repasa como son tus amigas.
  --Bueno vale y qué clases son si se puede saber --ella arrastraba las silabas como mostrando sumisión ante tal tontería.
  --Verás los nonos, los yoyos y los nisininos.
 Ella se puso a reír inclinando la cabeza hacia atrás, llevaba una cola de caballo y le colgó por el respaldo. Entonces se dio cuenta que todo el mundo la miraba, con disimulo eso si. Volvió a su postura inicial y colocó las manos a modo de bocina delante de la boca amortiguando la carcajada. Cuando se calmó le dijo.
   --Serás burro pero aunque no tengo ni puta idea de que hablas, reconozco que tiene gracia.
   --¿Te lo explico o no?
   Ella asintió con la cabeza, ahora su carcajada había bajado a los decibelios de sonrisa
  --Verás los nonos son aquellos que se pasan el día con lamentos, los del vaso vacío si quieres. No pillaré a tiempo ese tren, no me aprobarán, no me puede ayudar nadie, no tengo un  duro, no saldrá bien, no me como un rosco, no lo acertaremos, no encontraré entradas, no habrá aparcamiento, no me dirá que sí, no querrá salir conmigo,no saldrá el sol... Pero lo preferido para ellos es cuando dicen y repiten: Estoy hecho una mierda.
  --Joder es verdad tengo amigas así... pero ¿Qué les dices?
  --Cuando me han repetido cuatrocientas veces que están hechos una mierda me acercó a ellos y hago como si los oliera
  --¿Cómo un perrito?
  --Justo así, y entonces les digo que si son mierda no huelen a caca. Algunos los inteligentes se ríen, otros se cabrean.
  Ella se puso a reír, no esperaba eso. Preguntó hablando de manera acelerada con interés para que continuara enseguida.
  --Y eso del grupo yoyos ¿cómo son?
  --¡Uy estos! ¡cuidadin! son aquellos que sólo saben escucharse a sí mismos. A mí me cargan porque no paran de minimizar lo que los demás explicamos quieren ser el centro y cortan continuamente el discurso de los demás. Yo le hubiera dado dos hostias, yo se lo diría bien claro, yo conseguí acabarlo, yo llegué el primero, yo estuve allí, yo no tengo más dinero porque no quiero, yo no leo pero sé de que va, yo hubiera estado allí y enseguida se arreglaba, yo no estoy para esto, yo la hubiera cuadrado, yo no sé pero las tías me besan los pies al acabar de follármelas, yo fumo pero cualquier día puedo dejarlo, yo no quiero decir nada para no joderos pero con lo que yo sé, yo me cuadro ante quien sea...
   --Y qué les dices cuando te cargan tanto.
   --Aquí es complicado porque cuando lo hago suelo perder el amigo.
   --¿Qué coño les haces?
   --Suelo llevar un espejito de esos de las tías, uno de lo chinos.
   --¿Un espejito de esos redondos?
   --Sí esos. Se lo doy y les digo. Me he de ir pero ten esto aquí encontrarás la persona que más quieres y más te adora. Y me largo.
   --¡Qué fuerte!
   --No te creas algunos lo han tomado bien otros si te he visto no me acuerdo.
   --Quedan los nisininos. Supongo son los indecisos como mi amiga Marta que es imposible quedar a una hora concreta.
   --Pues sí más o menos así. Son personas que han firmado su dni porque era obligación.Nunca toman partido ni asumen compromiso, navegan entre dos aguas como las medusas. Son los que acaban la frase con aquello de... en principio o ya veremos, luego más tarde hablamos, mejor me llamas, seria bueno ahondar más, quizás otro día, puede ser, no me pidas eso ahora, bueno ya te contestaré, depende...
   Se hizo un silencio entre ellos, la chica alargó la mano por encima de la mesa hasta alcanzar la de él. Le miró directamente a los ojos y preguntó.
   --Y tú a ¿qué grupo perteneces?
  Se notaba que él se quedó descolocado yo pensaba que  seguramente se sentía como si le hubiera tocado un torpedo debajo de la línea de flotación.
  Pero estaba equivocado, sonrió y contestó casi en un susurro.
  --Yo soy del grupo ¿En tú casa o en la mía?
  Ella le soltó a mano de golpe, pero se notaba de sobras que aquella salida le había complacido.
   --¡Burro que eres un burro! Anda vamos que se nos hará tarde.

  Ya estaba oscuro pero aún pude ver a través de aquel vidrio entelado la silueta desfigurada de los dos abrazados que cruzaban la calle.



   


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