domingo, 23 de agosto de 2015

EL CAPITÁN Y LA CHICA DEL ADIÓS.



                 EL CAPITÁN Y LA CHICA DEL ADIÓS

   Ella tenía la mirada perdida entre la niebla de aquel frío y húmedo amanecer. Pensaba que pronto aquella calma desaparecería en el éter y solamente quedaría el recuerdo.

   Llegaron delante de la estación y bajaron del jeep, parecía que toda la población de Chartres estaba allí. Multitud de soldados, banderas, brazos en el alto, marchas militares, abrazos y besos.
   Una vez en el andén se quedaron en un rincón relativamente tranquilo. Flotaba un olor a aceite metálico mezclado con rata podrida. La luz de las farolas resbalaba por encima del techo de los vagones.
   Allí en ese espacio especial para los manos.
  -Tendrás un buen viaje -dijo ella sin dirigir la mirada hacia él.
  -Sí ya lo sé, la vía está bien vigilada seguro que no tendremos problemas..
  -¡Ojala no te tuvieras que marchar!
  -Eres muy buena conmigo, pero tú tienes tu familia, tu trabajo, tu vida está aquí con los tuyos, no te quedas sola.
  Se quedaron en silencio, uno de aquellos que rompen el alma.
 -¿Crees que eres muy mayor para mí? -Le preguntó ella ocultando la mirada hacia el suelo. Cómo escondiendo la verguenza por la pregunta. 
 -Sí es verdad...¡Soy muy mayor para ti!
 Entonces se acercó hasta casi tocarle el hombro, sobre sus mejillas se posó un tono rosado y arrastrando las sílabas, como rogando le susurró.
 -Ya sabes donde encontrarme, cuando quieras ahí estaré -hizo un gesto un tanto infantil alzando los hombros- ... si alguna vez tienes ganas de volver a verme.
 -Me gustaría mucho- contestó mostrándole una cálida sonrisa.
 Ella sentía una sensación nueva, o quizás olvidada por la guerra. Era como si  no supieran decirse adiós. De golpe se alzó de puntillas y le besó tiernamente en los labios.
 -Te encontrará a faltar- sus húmedos ojos reflejaban una luz tenue que empezaba a romper la amanecida.
 Él volvió a sonreír y la abrazó calidamente, ninguno de los dos tenía fuerzas para separar ese abrazo, hasta que sonó el pito agudo de la locomotora anunciando su inminente salida hacia el frente del este.
 -Yo también te encontraré a faltar, recuerda nuestra noche en la casa del lago, eso permanecerá siempre en nuestros corazones, ya nada ni nadie nos lo podrá arrebatar.
 -Cúidate y vuelve, ahora se que tengo un objetivo en la vida, que puedo amar y ser amada.
  El factor de gorra colorada mirando hacia el maquinista subía y bajaba la mano como si tirara de la cadena de una cisterna dando
 salida al tren.

  Atrapó al vuelo el agarradero del estribo del vagón, justo en el momento que la locomotora aceleraba, soltando chorros alternativos de vapor blanco que resbalaban por el andén que iba dejando atrás mientras se diluían.
  El brazo levantado de ella se iluminaba intermitentemente por las luces de las ventanillas de los vagones que tomaban velocidad. Al final solamente dos luces rojas a lo lejos encima de la vía.

  Mientras volvía recordaba la noche vivida. El día se abría de manera que el sol aparecía en un cielo azul enmarcado por el norte por unas grandes nubes negras, y por el oeste por otras como enormes algodones blancos.

   

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