sábado, 21 de diciembre de 2013

NARRACION: LA DESPEDIDA



                                   
                               LA DESPEDIDA

   Aquellas horas de espera no era tiempo de inquietud y nerviosismo, todo lo contrario, era espacio de ilusión y esperanza, al tiempo que de intriga y miedo porque llegaba el final.
   Le invadía un sentimiento agridulce; dulce por los recuerdos, agrio por ser hoy la despedida, una contraposición como el blanco y el negro.
   Todavía permanecía el olor a canela del día anterior. Faltaba poco para que ella llegara, estaba solo y todavía tenía tiempo de escribir algo bonito,donde reflejar lo que sentía, ese sería su regalo de despedida.
   Esos días pasados que hoy finalizaban, habían sido como entrar en una dimensión desconocida donde las horas alcanzan una magnitud diferente, se convierten en mediciones de sensaciones y solamente eso es lo que vale.
   Esa noche iba a ser la última, la despedida, donde esperaba que los recuerdos de los ratos pasados, llenaran el espacio que con un poco de suerte estaría presidido por un cielo estrellado, quizás pudiera volver a explicarle las historias de las galaxias y de cuentos fantásticos, a veces tiernos, otras divertidos, llenándola de paz, alegría y risas, al tiempo que jugueteaban juntos.
   Posiblemente por fin ese tiempo iba a ser sólo de los dos; los recuerdos de ese momento y del tiempo pasado, sustentarían el futuro sin ella.
   A lo mejor podría leerle la historia que escribió para regalársela, cuando la escribía sus dedos pulsaban el teclado del ordenador, pero en realidad era el corazón que los movía, y aunque quizás no se lo pudiera leer por las circunstancias ajenas, que casi siempre frenan lo que nos gustaría hacer, no importaba; sus ojos hablarían con sublimes miradas y las caricias unirían sus pensamientos.
   Iba a ser una despedida alegre, sincera, emotiva, cariñosa, suave; esa cena sería dulce como la miel, y pasara lo que pasara siempre quedarían esos rincones únicamente de los dos. Ya nadie jamás podrá robar sus espacios de risas, emociones donde sus cuerpos habían vibrado por notarse íntimamente unidos.
   Se debía aceptar la realidad de sus corazones, como siempre se había aceptado que la noche precede al día.
   Volver a renacer de sus pasados tortuosos, sobre las cenizas de la casa quemada, volver a sentir las ganas de vivir, solamente por eso la aventura había valido la pena, pasara lo que pasara, seguiría valiendo la pena, jamás imaginó que podría llegar a pensar de esa manera, pero ella sublimaba sus pensamientos.

   A veces en sus noches de soledad soñaba como su mano echaba hacia atrás su pelo, le levantaba la cabeza al tiempo que le sacaba las gafas, y le cubría su cara de pequeños besos mientras le acariciaba el puente de su cuello desnudo. Y concentraba toda su alma en ese volcán cálido y tormentoso que los acercaba de manera irrefrenable al placer máximo, entonces casi medio perdía el sentido.
   Pero no le importaba saber que nunca volvería a sentir la profunda calma, esa sensación de paz que invade los sudorosos cuerpos aún jadeantes, mientras todavía debajo de ella totalmente aturdido besaba despacio su hombro, después de culminar el acto de amor.

   Aunque nada de eso volviera a suceder, y la distancia apartara sus vidas, nada impediría saber que había valido la pena las intensas vivencias pasadas.
   ¡Sí¡... ¡Habría valido la pena vivir entre la blancura y la negrura de sus almas¡

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