Gratis, y la paella virtual
No estoy
hablando en un sentido teórico, sino de dinero contante y sonante, eso tan
deseado, tan resbaladizo y tan peligroso como la trilita.
Para él,
gratis no es un tópico ciclópeo, algo así como decir que el fuego si lo tocas
te quema.
Pero antes
debo explicaros el personaje.
Es un
hombre maduro de gran envergadura y aspecto rudo, como de sheriff que en
cualquier momento puede sacar de su cadera derecha un revólver del 38. Habla
mucho de sí mismo, pregunta poco por los demás y sabe escuchar. Al tiempo es
afable y resolutivo.
Posee una
inteligencia despejada y un juicio ponderado. Es de una conversación escueta,
poco flexible pero culta, nutrida por una formación autodidacta y con una gran
capacidad de absorción de todo lo que ve y oye.
Para que
me entendáis, es el hombre con el que querrías te tocara de compañero de
naufragio en una isla desierta. Versado en tantos trueques sabría hacer de la
arena albóndigas deliciosas.
Cuando
entra en un bar, levanta la vista como oteando el horizonte, con ella recorre
todos los rincones hasta dar con el periódico del día. Entonces lo abre por las
páginas salmón, se coloca sus gafas, de esas que parecen rotas por ser en dos
trozos, y hace dos cosas: primero recorta con disimulo el cupón que la
editorial ofrece y segundo hace el crucigrama.
Os diré
que sus productos conseguidos gratis con los cupones, tales como vajillas,
cristalerías, cuchillos, cuberterías, sartenes, ollas, despertadores, radios,
discos, relojes, libros de esos que nunca se leen, navajas, ventiladores, y
cosas de este estilo, son numerosos.
Para
abreviar decir que sus existencias nada tienen que envidiar a cualquier
comercio de esos de todo a un euro, (para entendernos de los chinos)
Ha sido de
los primeros en transformar el humo de sus pitillos en vapor, de ese de las
boquillas electrónicas, con el ahorro considerable.
Los
kilómetros y el tiempo consumido en buscar la gasolinera que ofrezca el
carburante uno o dos céntimos más barato, no contabilizan en el debe del ahorro
de esa compra. Yo creo que esa cosa tan cansina es una simple excusa para estar
más tiempo despistado.
¿Y lo del
palillo?
Cuando
todos los comensales piden una nueva botella, él la coge la decanta y pone un
palillo plano en el gollete, a modo de grifo. Entonces espera que resbalen dos
o tres gotas que vierte en su copa. Sin darse cuenta que en esa larga espera
los otros ya han consumido parte de la nueva botella.
Pero lo
más curioso es cuando en los almuerzos de la peña de días veneris, se habla de
la paella.
Me
pregunto: por qué todos se auto proclaman ser los reyes de ese plato. Se
suscita la discusión de siempre, sobre lo genuino de ese manjar. Que si de
pescado o de carne, las galeras contra los caracoles, garrafones mejor que
gambas, tocino si o no, grano suelto o más compacto, en resumen que quien más
quien menos está en posesión de la verdad. Todos sin excepción acaban en el
siguiente envite:
—Ya veréis
cuando os haga la paella a mi manera, me daréis la razón.
Estaréis
de acuerdo que se puede llegar a hacer dudar de la razón sobre algún tema, pero en este asunto nadie da su brazo a torcer.
Contrariamente a lo que se pueda pensar de nuestro personaje que GRATIS
es parte de su filosofía de vida, no es tacaño, agarrado o menguado, por eso no
es cosa baladí que nos haya invitado a todos a una paella cocinada según su
sacro santa receta.
También es
verdad que de momento es una paella virtual, algo así como cuando suena ese
sonido metalizado de gota de agua, que anuncia ese mensaje del whatsaap con la
foto de esa modelo brasileña del todo inalcanzable.
Pero estoy
seguro que pronto os podré explicar la conversión de la virtualidad en la
realidad. Sólo entonces concederemos la medalla de oro de las olimpiadas
paelleras.
Mientras
tanto todos los reyes de la paella, no dejan de reinar en el país de la
virtualidad.
De paellas no se nada. Pero de parrillas a las brasas o al carbón, lo que quieras. Clases doy sin cargo...Un maestro es poco para mi valoración!
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