LA SECRETARIA Y SU JEFE
Los días se
deslizaban formando poco a poco de manera sutil e invisible un armazón de tela
de araña que hacía que los ratos que pasaban se empezaran a cargar de matices
íntimos de una manera natural, donde el lenguaje de las miradas formaban un
código de cosas no dichas pero que denotaban una mutua atracción, que ambos
disimulaban haciendo ver que lo ignoraban.
Así de esta
manera todas esas sensaciones de bienestar, de risas, de sorpresas, en suma de
trenes que salen circulando por vías inesperadas y novedosas se instalaban en
su cerebro, llenándola de dudas ante lo inesperado.
Ahora la
relación con su novio le parecía diferente, como un juguete comparándola con lo
que estaba viviendo, pero no podía romper ese juguete que era el único futuro
posible, lo otro era humo que podía desvanecerse o que quizás sólo estaba en su
imaginación.
Lo más delicado
era por las noches cuando en la soledad de su habitación su cerebro se llenaba
de silencios que reventaban en preguntas, intentando adivinar todo el lenguaje
de mensajes expresado con los gestos, que la llenaban de sensaciones singulares,
nunca experimentadas con su novio.
Parecía como si
la vida se detuviera cuando estaba a su lado, en esos breves momentos que no
por ser efímeros eran menos intensos. Entonces adivinaba que su futuro sin su jefe sería compartir una vida sacrificada a convenciones tradicionales construida
con una bonita fachada pero hueca por dentro. Quizás su destino era dejar pasar
ese gran amor aceptando que eso sólo pasa una vez por la estación del corazón y
si lo dejas pasar se adentra en el túnel oscuro que conduce al olvido.
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